SIN CONCESIONES
Las ratas huyen del barco
Por Pablo A. Iglesias
4 min
Opinión06-08-2015
El rumor es la antesala de la noticia. Este proverbio periodístico supone en realidad una patada en la espinilla de la buena praxis profesional. Que quede claro: el rumor jamás debe ser noticia. Sin embargo, cada poco tiempo se demuestra verídico para desgracia de los, quizás pocos, ortodoxos que quedamos en este oficio. El ejemplo más reciente es el regalo de bodas gubernamental a José Ignacio Wert. Tras su reciente matrimonio con Monserrat Gomendio, Rajoy le ha obsequiado con un puesto de embajador permanente ante la OCDE, donde previamente colocó a su mujer. La parejita feliz, que se enamoró al principio de esta legislatura como apasionados adolescentes en los despachos oficiales del Ministerio de Educación, tiene nuevo nidito de amor en París pagado con el erario público. Su vida privada no sería noticia si ella no hubiera pregonado a los cuatro vientos el nombramiento meses antes de que de produjera, si el Ejecutivo no lo hubiera negado de forma reiterada y, sobre todo, si no fuera una petición ad hoc de Wert para salir de La Moncloa antes de las elecciones generales. El exministro se asegura el futuro durante varios años junto a la que fuera su mano derecha en Educación y que tan mal recuerdo ha dejado entre funcionarios y cargos de libre designación. En el Gobierno y en el PP cuesta también encontrar a políticos que defiendan a Wert, más allá de su admirable inteligencia y amplísimos conocimientos culturales que justificarían el nombramiento de no ser por la nefasta forma en que se ha producido. Ya se sabe que, en política, la forma es tan importante como el fondo y, a veces, incluso más.
El de Wert y Gomendio es el más conocido pero no el único caso de espantada previa a los comicios. Ahí está la sorprendente salida de Jaime Pérez Renovales del Ministerio de la Presidencia, donde gozaba de la máxima confianza de Soraya Sáenz de Santamaría. Quien aspiraba a ser ministro regresa este mismo verano al Banco Santander a ganar muchísimo dinero, pero mucho, mucho, mucho. La decisión es libre, respetable y loable por igual pero no sienta bien entre los políticos de carnet que se juegan el futuro personal en menos de cinco meses. El nombre de Renovales se coló de forma sorprendente en varias quinielas para sustituir a otros ministros sin conocer el motivo ni el mérito, más allá de ser el acólito de turno de la poderosa vicepresidenta. El caso Wert es, posiblemente, el más flagrante episodio de las mal llamadas puertas giratorias. Sales por una puerta y al poco tiempo entras por otra más grande y mejor remunerada. Podemos ha convertido este asunto en un caballo de batalla para las próximas elecciones generales y, en casos así, tiene toda la razón. No hay ilegalidad en el nombramiento de Wert ni en el previo de Gomendio, pero en política la decencia es tan importante como el cumplimiento de las normas.
A muchos secretarios de Estado y directores generales del Gobierno de España les gustaría seguir los pasos de Wert o Renovales. Ahora que la legislatura llega a su final están de lo más nerviosos porque no saben cuál será su futuro después de las generales. Unos presionan al PP para que les haga hueco en sus listas al Congreso y el Senado, de manera que garanticen cuatro años más de sueldo. Otros sondean favores en empresas privadas para dar otra espantada a lo Gomendio. Hay quienes están llamando insistentemente a la puerta de Cristina Cifuentes para que les hagan un hueco en la Comunidad de Madrid, a pesar de que en abril ninguno de esos sacaba la cara por la nueva lideresa popular. Son sólo algunos ejemplos de la desbandada de altos cargos del Ejecutivo, que ponen de manifiesto las miserias de la condición humana. En el fondo subyace un temor, un desconcierto creciente y un miedo atroz a que Mariano Rajoy no siga gobernando después de navidades.
Hasta en el Consejo de Ministros y en la propia cúpula del PP son muchos los dirigentes que consideran que Rajoy ganará las elecciones generales de final de año pero, posiblemente, no podrá gobernar. Temen que la fragmentación del Congreso de los Diputados depare un escenario de pactos casi imposible para el político gallego. Sería la primera vez en democracia que un candidato ganase las elecciones generales y se quedase sin gobernar. El 24 de mayo sucedió en multitud de comunidades autónomas y ayuntamientos. Pero jamás ha ocurrido en el Gobierno de España. Ahora podría suceder y en el PP muchos dan por hecho que va a pasar porque la suma con Ciudadanos será insuficiente. Ese temor explica la campaña desenfrenada de Mariano Rajoy para recuperar a un millón de votantes desencantados con su gestión que, si a final acuden a las urnas, pueden garantizarle otros cuatro años de mandato.
El presidente del Gobierno y del PP es quien más claro lo tiene. Cree posible ganar y volver a gobernar. Otros, los que en 2011 corrieron a adularle para conseguir un cargo público, ahora cuestionan su capacidad y piensan en salir corriendo. Ya lo dice otro proverbio: cuando el barco se hunde, las ratas son las primeras en salir huyendo. En los momentos complicados, las ratas buscan otro acomodo mientras los valientes afrontan la realidad por adversa que sea.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito