ANÁLISIS DE CULTURA
Del revés
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura03-08-2015
¿Qué mejor filosofía que la más sencilla de las actitudes humanas explicado con bolas brillantes? Es más penetrable el dibujo animado que el New Age. No es una pregunta, es una afirmación. Si explicáramos la crisis, los casos de corrupción, el choque en Cataluña y la revolución de las nuevas formaciones con muñecos de colores quizás sobraran unos cuantos debates. O serían más descafeinados sin dejar de ser trascendentales. Porque la nueva película de Pixar lleva a cada uno de nosotros al origen esencial del ser humano, donde el foco no está localizado ni en el salario que cobramos cada mes ni en los políticos que nos gobiernan. Lo está en los recuerdos esenciales. En la infancia que escondemos en nuestra mente, que con los años se convierte en un pequeño rincón, que sólo sale a reducir en casos puntuales. Desgraciadamente, o no, en los peores momentos. Cuando la frase cruza el cerebro: “Y lo felices que vivíamos de niños”. El paso de la infancia a la madurez. Como un golpe sin anestesia.
A la protagonista de “Del revés” le caen de lleno los problemas. Que también lo son para los niños, incluso con más dureza e intensidad que a los adultos porque aún no comprenden la importancia o no de los mismos. Problemas que destrozan pilares fundamentales de nuestra construcción humana, esa que nuestros padres tanto intentaron mantener, para dar paso a otra época. Otro escalafón. Y una palabra: melancolía. La misma que cuando aprieta el botón de nuestra mente se produce una sensación de hormigueo por el cuerpo que asusta, que es necesaria y díficil de racionalizar, y que significa sólo una cosa: hemos llegado a nuestra madurez mental. ¿Por qué tenemos más o menos ira? ¿Qué influye en realidad para ser más o menos felices? ¿Qué es una emoción? ¿Por qué se produce? Y el pensamiento abstracto, ese que aparece en la temprana edad de siete años y que empieza a revolucionarlo todo. Y de qué manera.
¿Y por qué tiene tanto éxito esta película? Porque describe lo que nadie es capaz de hacer sobre sí mismo: atender con transparencia a las emociones de cada uno, a niños y a mayores. Descripciones freudianas muy atrevidas. Porque es la más directa de sus precursoras. Aunque sigamos sin entenderlo todo (nunca lo haremos).
Estamos en la era de la interpretación de lo infinito con alegorías. Conseguir profundizar en esos pequeños brotes que se convierten en árboles entrelazados por sus numerosas ramas con los años. Recursos que nos llevan a una conclusión. La inteligencia emocional explica que somos mucho más sencillos de lo que queremos hacer ver.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press