ANÁLISIS DE ESPAÑA
El típico español
Por Alejandro Requeijo
2 min
España27-07-2015
No deja de ser un capricho del destino o más bien un acto de justicia poética que la muerte del gran José Luis Sazatornil coincidiese en tiempo con las revelaciones del sumario de la operación Púnica. Es leer algunos entrecomillados del sumario y que resulte imposible no acordarse de Saza en La Escopeta Nacional que con acierto repuso rápidamente la televisión pública el día de su fallecimiento. Oportunismo no exento de riesgos por parte del ente, que duda cabe. Uno ve aquellas radiografías del tardofranquismo, las compara con lo de ahora y no le hace falta ninguna tertulia de La Sexta para nutrirse de argumentos contra la casta. Es inevitable la sensación de que los españoles no hemos cambiado tanto a la hora de comprar voluntades, antes para vender porteros automáticos y ahora para traficar con followers falsos de twitter. Entre otras cosas.
La muerte de Saza ha servido para revisionar algunos conceptos de siempre. Entre los más interesantes el de “típico español” al que todos hemos acudido alguna vez para describir a Saza y a toda una generación de bigote y cabreo fácil en la que cabe desde Antonio Alcántara hasta mi abuelo. La pregunta es, ¿qué concepto de típico español le estamos dejando los de hoy a las generaciones venideras? Al pasear este verano por algunas playas estremece ver demasiado producto de la programaciòn de Telecinco que hace hasta añorar con nostalgia a Alfredo Landa en El celtíbero español. En la política también han cambiado mucho las modas y no hay más que ver como en el Congreso de los Diputados hoy los vaqueros compiten con las corbatas y muy pronto habrá hasta señorías con coleta.
Hoy es muy dificil aplicar el apelativo de típico español salvo cuando se sale al extranjero y alguien trata de evadir una cola. Típico español. Habrá quien discuta hoy incluso lo que es y lo que no es español, una condición que Saza no perdía ni interprentando a un burgués catalán con marcado acento. Y en eso estamos ahora. Las elecciones catalanas serán la gran asignatura de la agenda política este verano y el baño estival de Rajoy se puede interpretar como un mensaje de determinación que viene a aparcar su habitual imagen de hombre que no enfrenta sus problemas. Eso lo entiende cualquiera que haya sufrido alguna vez las gélidas aguas de Galicia. Hay que ser muy valiente para zambullirse en ellas y una vez superado ese trance la adopción de cualquier medida para frenar a Mas resulta una nimiedad.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio