ANÁLISIS DE ESPAÑA
Facturas
Por Alejandro Requeijo
3 min
España11-05-2015
Pocos titulares han supuesto un mayor golpe de realidad como el que hace unos días informaba de que uno de cada diez empleados en España admite haber cobrado en B y que eso le ha supuesto hasta un cuarto de su salario. Esta cifra asciende en el caso de los parados a uno de cada cinco. El mismo estudio de Infojobs ESADE sobre el mercado laboral indica que casi la mitad de desempleados aceptaría ese tipo de remuneración en negro. ¿Cuántas peticiones de dimisión caben ahí? Hasta para exigir responsabilidades a otros hace falta enseñar las facturas propias.
Se puede discutir si la culpa es de quien lo acepta o del empresario que lo propone sin que muchas veces permita otra opción. Se puede discutir también si en esos datos está la razón de la crisis económica, que seguramente no. O no sólo. Pero seguramente tampoco lo estaba en los 425.000 euros de Monedero y mira. La cuestión no era el cuánto, sino el qué. Condicionar el rechazo a estas prácticas a una competición de cifras terminaría abocando la cosa a un absurdo debate sobre si es más grave la corrupción en Andalucía o en Valencia. Como si ambas cosas no formasen parte de un todo endémico en el que casi nadie está exento de autocrítica.
La explicación seguramente haya que buscarla en la picaresca intrínseca forjada y aceptada con naturalidad a lo largo de los siglos hasta nuestros días. Conviene no olvidar que aquí hubo un consenso general a la hora de calificar como un crack al pequeño Nicolás, ejemplo indiscutible de esa tradición secular. Lo que es innegable es que este estudio entierra definitivamente uno de los lugares comunes más repetidos en los últimos años, ese que dibujaba un país poblado por dos especies diferentes: los inocentes ciudadanos y una clase política llegada de un planeta extraño para desfalcar con entusiasmo sin que pudiéramos hacer nada para evitarlo salvo volverlos a votar. Muchas veces con mayoría absoluta.
Lo que viene a demostrar el citado estudio es que de dos especies diferenciadas nada y que quizá la diferencia sólo era una cuestión de capacidad y posición. El que podía usaba los sobres para remodelarse una sede, comprarse un Lamborgini o abrir una cuenta en Suiza y el que no podía tanto se tenía que conformar con redondearse el sueldo a fin de mes. Y por unos o por otros se escapaba el hospital público, el autobús nocturno, las becas para guarderías... Queda el consuelo de pensar que todos los preguntados dicen la verdad y que son mayoría los españoles que declaran todo lo que entra.
Como fue un consuelo aquellos cuatro de Bankia que no se excusaron en el "todo el mundo lo hace" y no hicieron uso de sus tarjetas opacas. Los que hace no mucho hubiesen sido unos pringaos ahora son héroes. Si esta deriva se afianza, ya se habrá logrado algo en esta crisis. Porque existen muchas formas de defender el Estado del bienestar aparte de los golpes de pecho o las ganas de ajustar cuentas en una urna. Quizá hubiese bastado si todos hubiésemos pedido la factura. Pero todos.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio