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ANÁLISIS DE ESPAÑA

La omertà

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España20-04-2015

La omertà es el término italiano para referirse a la ley de silencio. Tiene su origen etimológico en la palabra umiltà, entendida como subordinación al bien de la organización. Luego las características propias del dialecto siciliano cambiaron la “l” por la “r” y de umirtà finalmente pasó a omertà. Quien hable, quien traicione este código se expone a las consecuencias: desde la marginación social a otras medidas más fatales. Por eso nunca nadie sabe nada, nadie ha visto nada, nadie cuenta nada, aunque haya pasado en tu propia casa. Y si te han pillado, aunque no seas el único culpable, incluso aunque seas inocente, la omertà obliga a comerse el marrón sin abrir la boca.

La investigación en torno a Rato confirma el descenso a los infiernos del totem económico del PP y el Gobierno presenta el caso como “un asunto particular” que nada tiene que ver con ellos, como si fuese un señor de Murcia que pasaba por allí y no el argumento que históricamente ha esgrimido la derecha para reivindicar que ellos arreglan las cuentas que la izquierda arruina. Es indudable que la investigación parte de Hacienda, es decir, del Gobierno y que se forzó al juez y a la Fiscalía de Madrid a una rápida intervención que provocó el registro y la foto de Rato entrando al coche con la mano en la nuca de un agente de Aduanas. Demoledor. Pero la cuestión ya no es es esa, sino la omertà posterior con la que pretenden hacer creer otra vez que nadie sabía nada, argumento que, de ser cierto, ya merecería por si sólo que dejasen lo que están haciendo y se marchasen a casa. Culpa in vigilando, se llama.

Las presuntas irregularidades cometidas por el ex vicepresidente no son de antes de ayer. Las pesquisas apuntan a un patrimonio de 27 millones de euros, la amnistía fiscal a la que se acogió data del año 2012, la presunta estafa de la salida a bolsa de Bankia data del año 2011, qué decir de las tarjetas black en la que todos los partidos estaban manoseados. Pero nadie sabía nada, nadie vio nada. La investigación de los EREs en Andalucía dibujan un entramado perfectamente implantado en esa comunidad durante años con miles de millones de subvenciones defraudados. Pero ni Chaves, ni Griñán, ni Zarrias se enteraron de nada, ni vieron nada, como tampoco vio Ana Mato ningún Jaguar aparcado en el garaje. Igual que Aguirre no se enteró de las actividades de Granados ni del lodazal que había montado en su región en torno a las empresas de Correa hasta que ella, según dice, lo destapó. Un poco tarde quizá. Y mientras todo esto pasaba, en casi todas partes, la mayoría de la sociedad era cómplice de esa omertà generalizada, bien mirando para otro lado o directamente votándoles, seducidos por burbujas inmobiliarias y milagros económicos que iban con trampa.  

Cualquier empresario que quisiera mover un dedo en la Cataluña de Pujol tenía que aportar una comisión para lo que el nacionalismo llamaba hacer país, que en realidad no era otra cosa que engordar los negocios del clan familiar. “El problema de CiU se llama 3%”, le espetó Maragall a Mas en el Parlament antes de que la omertà también le obligase a guardar silencio por el bien de la organización, que en ese caso era Cataluña. Los trapos sucios se lavan en casa. Bárcenas fue el tesorero del PP desde el siglo pasado, según el juez Ruz estaba al frente de una contabilidad B que se mantuvo durante 18 años, tenía 40 millones de euros en Suiza. Nadie sabía nada ni vio nada. “Luis se fuerte, aguanta”, le escribían al móvil antes de que se saltase la omertà y acabase comiéndose el marrón en Soto del Real.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio