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ANÁLISIS DE CULTURA

Churchill frente a Tsipras

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura28-01-2015

"La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra nos pueden matar una vez; en política, muchas veces". Churchillianos hasta la médula, la sombra del pasado que da un respiro al presente, cómo nos gustan las emociones fuertes que se depositan en urnas repletas de más que ilusiones, inversiones, no tanto de dinero como de poder, y qué razón tenía uno de los líderes del siglo pasado cuando decía aquello de: "El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes". Aznarismos, podemólogos, sorayismos y socialistas trasnochados. Rita Barberá dice que Pablo Iglesias es como un dibujo animado. En realidad nuestro panorama es como un cómic, pongamos que 13 Rue del Percebe, donde todavía tantos españoles viven fríos en el ático, mientras escuchan los jolgorios de sus mandatarios en la terraza en la que Monedero y Carmen Lomana se toman, no ya el roscón puesto que las fechas no proceden, pero sí un sex on the beach.

 El imperialismo de Churchill es hoy el de los envites dialécticos, las preguntas retóricas, ex presidentes convertidos en Sócrates. Pero nunca encontraremos la verdad. Sólo promesas tan poco creíbles como las de un nuevo primer ministro sin corbata que parece va a irradiar riqueza desde su nuevo puesto, o al menos supervivencia, desde el sueño del que va a ganar la lotería con la triste esperanza del que nunca lo consigue. 

 Han pasado 50 años de la muerte del mandatario inglés, cuya comparación con Tsipras es más o menos como el de un huevo a una castaña, si me permiten tal divulgada expresión, pero sí son primos lejanos en algo. Elegido miembro del Parlamento con 25 años, tenía tan clara la política como el comunismo para el líder de Syriza. Antes ya había participado en varios conflictos. Y Tsipras era como el Iglesias griego, sólo que el combate, como su símil español, hacía correr la sangre… en las aulas. Más que héroe, hablamos de gueto cuyas conclusiones se entera uno si está dentro de las asociaciones de turno. Las guerras se libraban hace años de otra forma. Si hoy tuviéramos sentados en sus escaños a políticos considerados héroes por matar al adversario se nos consideraría país radical. Exacto, lo que vemos hoy en otras culturas no está tan alejado de lo que no hace demasiado perpetramos en Europa. Y mucho tiene que ver también su figura con lo que hoy vivimos en esas tierras donde huele demasiado a pólvora. 

 Pero, como nuestros nuevos líderes comunistas, Churchill era una contradicción en sí mismo.  Del espíritu terco que se cabrea por la independencia india para luego caer en la cuenta de que el imperialismo era una visión tan vieja como los polvos de talco. De los que considera que hay razas más importantes que otras. Pero no estaba en la cárcel, como la cúpula de Amanecer Dorado sí lo está.  Del impulso más aguirriano, marco del político que Netanyahu guarda solemne en su despacho. Pero ganó la guerra contra un verdadero loco de atar. Todo ello con 200.000 puros fumados y desayunos a base de whisky. Pero no, los bolcheviques no le devolvieron la deuda. Y hoy el liberalismo es como la petanca de los jubilados. Un hobby de apasionados románticos.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press