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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Es imposible acabar con el terrorismo islamista

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional12-01-2015

Todavía queda mucho por sufrir y numerosas víctimas a las que recordar. Lamentablemente, es imposible acabar con el terrorismo islamista, al menos con la actual configuración del llamado mundo occidental. Es cierto que se pueden reducir sus golpes, pero no erradicarlos por completo.

Francia, Estados Unidos, Alemania, España, Italia, Rusia, Reino Unido... da igual el nombre del país. Los seguidores de Al Qaeda, del Estado Islámico (o de cualquier otro grupo que surja), más tarde o más temprano, buscarán la excusa, la mal denominada reivindicación, para justificar sus tropelías. Los criminales atacarán cualquier lugar en el que crean que van a matar infieles, obtener la mayor difusión posible de sus actos, y a sembrar el miedo durante un tiempo considerable.

Son los réditos del terrorismo, pues, en gran número de ocasiones, simplemente con la amenaza del uso de la fuerza ya generan enorme desasosiego. Y esta sensación no solo afecta al epicentro del suceso, sino que se extiende a otros lugares, aunque estén a miles de kilómetros de distancia. 

En Francia, los terroristas han logrado con creces ese triple objetivo: Asesinan a 10 personas que osaron publicar caricaturas de Mahoma, ejecutan ante las cámaras a un policía al que previamente habían herido, son protagonistas de la actualidad mundial durante más de 48 horas, y dejan una importante sensación de inseguridad. 

El ataque a la revista Charlie Hebdo fue planificado y quienes lo cometieron estaban perfectamente entrenados para la misión. Solo hay que observar la tranquilidad con la que actuaron, los certeros impactos de bala en el coche de Policía y la manera en que rematan al agente herido. Además, disponían de armas sofisticadas, por lo que no es descabellado pensar que cuentan con algún apoyo e infraestructura en suelo francés.

En Francia hay numerosos musulmanes, a ello también ha contribuido la histórica vinculación francesa con países como Marruecos y Argelia. La gran mayoría se han integrado en la sociedad, pero otros no tanto. Este último grupo es caldo de cultivo de los imanes radicales que lanzan mensajes que buscan plantar la semilla del odio en quienes los escuchan. Algunas de estas semillas germinan y crecen hasta el punto de que ciudadanos dejan su vida normal para ir a recibir entrenamiento a Siria, Irak o Yemen, y regresar a Francia (o a otro objetivo) para matar y morir. 

Es prácticamente imposible terminar con estos casos en los países occidentales, donde prima la democracia y el respeto a la ley y a las libertades individuales (de expresión, de movimiento...). Desde los atentados del 11-S, se han ido implantando medidas como escuchas de las telecomunicaciones, lectura de correos electrónicos, cámaras de vigilancia en lugares públicos, exhaustivos controles y escáneres de cuerpo entero en aeropuertos, restricciones y hasta torturas a los sospechosos. 

Muchas de estas medidas generaron gran controversia entre quienes abogan por sacrificar privacidad en favor de más seguridad y entre los que prefieren que su intimidad no se vea afectada aunque exista riesgo. Lo que es evidente es que ninguna de las políticas adoptadas hasta ahora ha conseguido acabar con el terrorismo islamista. Habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar los considerados infieles para, al menos, evitar el mayor número posible de ataques.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD