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ANÁLISIS DE CULTURA

El piano está roto

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura26-11-2014

La Constitución Española es como un piano con 169 teclas. Cada una de ellas entona una característica de este país que lo hace democrático. “Tócala otra vez, Sam”, piensan sus ejecutores cada vez que se acuerdan de aquel 1978 en el que España pasó a ser, por fin, libre y desarrollado. Pero han pasado 36 años y ese piano está cada vez más desgastado. El famoso instrumento de la película Casablanca ha sido subastado por 3,4 millones de dólares, unos 2,7 millones de euros. Su precio se dispara porque es el elemento necesario de la película. Es tan importante como la Carta Magna, pero en este último caso su texto ya está subastado gracias a los bandazos electoralistas de unos partidos y de otros. El piano de la segunda película más importante de la historia (solamente por detrás de Ciudadano Kane según el American Film Institute) guardaba un “recuerdo” bajo una de sus teclas. Un chicle seco cuya procedencia jamás se ha conocido. La Constitución Española también esconde un chicle en uno de sus artículos, pero no como un descuido de algún desconsiderado, sino como un pegamento chapuza que se ha quedado tan duro que a punto está de caerse. Porque ese es el país en el que vivimos, donde las chapuzas de unos y de otros las pagamos los demás aunque no nos demos cuenta. Vivimos en una película donde los soldados alemanes liderados por Merkel entraron aquel 2011 en nuestras fronteras para imponernos estabilidad o recortes. ¡Pongan “Wacht am Rhein”! El himno patriótico alemán (el de hoy no nazi, por lo menos) que España necesitó para parar el maná de derroches en partidas que no lo merecían tanto. Y nosotros la pusimos y firmamos con el acuerdo de los grandes. Hoy, tres años después. Nuestro Paul Henreid particular, Pedro Sánchez, quiere tocar “La Marsellesa”, haciéndonos creer que aquella medida cortoplacista ya nosirve para nada. Pero esa decisión impide a las administraciones públicas incurrir en déficit estructural y por lo tanto establecer un control hacia nuestras cuentas de la que disfrutamos hasta que llegó la era del despilfarro en calidad de Plan E. Ese Estado del Bienestar en el que de hecho vivimos ahora con dicha medida (aunque nos neguemos a verlo víctimas de la desdicha del desempleo) tiene cabida en esa estabilidad, donde los servicios públicos siguen siendo una máxima, tanta que si se derogara entraríamos de nuevo en ese bucle sin salida. Errores como que el 70 por ciento de las obras de ese famoso Plan E de Zapatero se consideraran “no necesarias”. No caigamos en la torpeza de volver a tocar la canción equivocada en el Café de Rick.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press