ANÁLISIS DE CULTURA
Victus lanzó la caña
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura10-09-2014
Decía Milton Friedman que sólo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio verdadero. Que cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. La inteligencia del ser humano se demuestra en situaciones límite. Y ha quedado confirmado que en esta crisis muchos se han quedado en el camino. Y son los que se creen más fuertes –que no más sabios– los que pretenden adoctrinar con sus ideas, las mismas que flotan como veneno en el ambiente, dispuestos a amedrentar mentes débiles. Decía en el artículo del anterior número que la historia se cuenta con matices según pasan los años. También depende del contexto sociocultural en el que uno se encuentra. Y cuando las ideas que flotan en el aire se ciñen al asedio de Barcelona, o cuando los principios son tan cambiantes como el devenir de los acontecimientos, como ironizaría Groucho Marx, la historia entra en un modo batidora que hace que suframos por todos esos niños que escuchan que Miguel de Cervantes se llamaba en realidad Joan Miquel Servent. O que defienden a toda costa que Colón era catalán. Es el reduccionismo de una sociedad traumatizada por una crisis que ha dejado una herida tan profunda como perjudicial para futuras generaciones, que entiendo prefieren llevarse algo a la boca todos los días. ¿Qué pasará con nuestras pensiones? ¿aumentarán los salarios? No se dan cuenta de la verdadera realidad de lo que ocurre en su comunidad. Y todo se reduce a la presentación de un libro “polémico”. Un autor, Sánchez Piñol, que usa una institución tan española como el Instituto Cervantes en Utrecht para abalanzarse contra ella. ¿Y si lo hace? Se le ignora o se le escucha. Pero los dos protagonistas de esta historia cometen el mismo error. Alguien decide posponer la presentación porque la fecha es “sensible”. La reacción es poco acertada para una institución que pretende expandir la historia hispana. Porque lo que haya ocurrido en Barcelona, sea más o menos fidedigno, se llama España. Es historia. Más real o no. Y mientras un partido calienta las calles y anima sus objetivos independentistas con denuncias a una Comisión Europea centrada en asuntos mucho más importantes. Victus es la novela que se pretendía presentar y no será del gusto de muchos. Historia para los que han vivido en ese círculo sociodemográfico. Morbo para el nacionalista. Y no nos vamos a engañar, también para el que no lo es. Porque para opinar hay que leer, aquí y en Utrecht. Y de nuevo las ideas venenosas flotan en el ambiente. Y al final todos pican. El Instituto Cervantes también.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press