ANÁLISIS DE ESPAÑA
Desmemoria desorbitada
Por Alejandro Requeijo
2 min
España07-07-2014
Resulta que hay un juez de la Audiencia Nacional que ha dicho que las condenas a etarras son "altas y desproporcionadas". Lo dijo en un seminario sobre el final de ETA donde escucha un público instruido que busca mejorar su formación para el futuro. Y eso es lo grave, más allá del nombre concreto del magistrado en cuestión. Porque hay muchos como él. Muchos que sin ser sospechosos de simpatizar con ETA articulan un discurso peligroso en esta fase de batalla por el relato. Engrasan con ello la justificación injustificable de las causas que llevaron a ETA a matar. O cuanto menos diluyen responsabilidades, lo que no deja de ser lo mismo. Piden adaptar la situación a estos tiempos que corren donde la banda lleva años sin matar y la preocupación ahora son los millones de parados y la gente que busca comida en los contenedores. Cuando ETA va ya por la vigésima preocupación de los españoles. Muy por detrás de la corrupción, los desahucios o la situación de la Justicia, por cierto. Pero eso no puede evitar la deformación de la Historia. El discurso de este juez no es nuevo. Durante muchos años se argumentó aquello del "empate infinito"entre los terroristas y el Estado. Que la única solución pasaba por la negociación. Y así se desperdiciaron años muy valiosos que podrían haberse aprovechado para blindarse jurídicamente contra el terror. Un Estado tiene el poder y la obligación de proteger a sus ciudadanos. Luego vinieron las prisas, como con la doctrina Parot, que acabó tumbando Estrasburgo, eso sí, tras haber cumplido su función. Pero el discurso de la corta memoria siempre ha estado ahí, asomando la patita de cuando en cuando. Desde el "ustedes que pueden, dialoguen" o la llamada a "manchar las togas con el polvo del camino". Pero lo cierto es que no fue hasta que el Estado cambió negociación por derrota cuando se empezó a ganar el pulso a ETA. Cuando se pasó del empate infinito al "a por ellos". A por ellos con toda la fuerza de la ley. Y en ello se dejaron la vida muchos jueces compañeros de quien ahora ve desorbitadas las penas impuestas a sus asesinos. También policías y guardias civiles, los cuerpos mejor valorados por los españoles, según el CIS. Fue el acoso policial y judicial, el endurecimiento de las penas, la dispersión de sus presos, la ilegalización de sus marcas políticas lo que ahogó a ETA y a su entorno a doblar el brazo y asumir la Ley. Nunca, absolutamente nunca condujo a nada rebajar la exigencia a los asesinos y a quienes los jaleaban. Conviene no olvidarlo. Bien harían los jueces en centrar sus esfuerzos en aligerar el trabajo atrasado en sus juzgados, aplicar las leyes que se aprueban democráticamente en el Parlamento y hablar en sus sentencias.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio