ROJO SOBRE GRIS
Abrazado en el amor que te tengo
Por Amalia Casado1 min
Opinión30-06-2014
Me gustan los trayectos largos en coche y algunos cortos en autobús urbano. Es un placer relacionado con el movimiento. Me gusta sentirlo un poco, como si te meciesen en la gran cuna del mundo, y ver de reojo cómo pasan los paisajes con la mirada perdida en ellos. Me gusta porque entonces sucede algo curioso que dispara una parte diferente de mí. Me pasa también en la ducha, con el movimiento del agua resbalando al compás del tuc - tuc - tuc de las gotas en la bañera. El tiempo se densifica, y se para o se acelera, la verdad es que no sé, pero algo ocurre con el tiempo: se queda desnudo, se hace transparente, desaparece. El tiempo, si existe, es algo distinto del sucederse de los acontecimientos. El tiempo no es una línea. El tiempo quizás hasta ni sea, porque en esos ratos de coche y de ducha sucede que lo que parecía inconexo y distante se revela hermanado; los millones de momentos de mi vida y de las vidas de otros -incluso desconocidos- se conectan, se reclaman unos a otros, se reconocen entre sí; se hacen presentes y vivos aquí y ahora, y reclaman el futuro que llegará y será para siempre. Veo su perfil izquierdo cuando trabajamos en el despacho de casa. El derecho, cuando vamos en coche y él conduce. Cuando miro el izquierdo me nace admirarle. Cuando miro el derecho me nace quererle. El derecho es mi favorito. Beso con la mirada las arruguillas que nacen en sus sienes al sonreír. Le hablo en el silencio de mi corazón alborotado: Te conozco. Te miro y sé quién eres aunque de ti haya mucho que no sé ni sabré. No me importa. Mejor aún: lo que no sé de ti queda abrazado en el amor que te tengo. Se lo digo. Todo está conectado. Rojo sobre gris, amor. Feliz cumpleaños.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo