IMPRESIONES
Permanecer en el infierno
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión18-06-2014
Hace dos semanas escribí un artículo sobre cómo nos afectan algunas de las más aplaudidas series de televisión de los últimos años. Lo titulé así: “¿Cuánta mierda somos capaces de tragar?”. El texto hizo fortuna y varias personas se animaron a comentarlo. Debo decir que lo que menos esperaba y más me llamó la atención fueron las adhesiones, que vinieron de amantes de las series muy jóvenes. También hubo comentarios críticos y matizaciones muy sugerentes y, por supuesto, detractores. A todos los que compartieron conmigo –con nosotros– sus impresiones: gracias. Otro medio digital, que tengo en alta estima, me pidió permiso para reproducir el artículo y le cambió el titular por éste: “¿Cuánta porquería somos capaces de tragar?” Un amigo con el que me crucé durante la semana puso cara de pillo y me susurró: «¡Hala!, has dicho “mierda”, y no te pega nada». Cosa que es verdad. Una semana después de mi mierda descubrí con sorpresa –y horror, aunque quiero pensar que no tengo nada que ver– que mi compañero Pablo A. Iglesias tituló su artículo así: “A la mierda la República”. Su escrito, por cierto, también ha tenido mucho éxito. Hoy mismo voy a repasar los artículos de mis colegas con la esperanza de no ver esa palabra en un titular por tercera semana consecutiva. Ahora voy intentar un nuevo acercamiento al mismo tema de fondo con un lenguaje más cuidado, pero todavía más contundente. El experimento tiene guasa, porque comprobaremos juntos si esta fórmula tiene más o menos éxito. La cuestión podría formularse así: ¿Por qué a los hombres de nuestra época parece gustarnos permanecer en el infierno e, incluso, adentrarnos cada vez más en sus estratos más terribles y profundos? ¿Por qué soportamos ese viaje aun cuando en él no reconocemos un solo atisbo de esperanza? Como ves, la disertación sobre el uso de la palabra “mierda”, su éxito, y la amable corrección que me hicieron por el hecho de usarla no es accidental, sino que nos sitúa en el corazón del problema y me pone en guardia frente a mí mismo. No tengo respuestas a las preguntas del párrafo anterior y te pido de veras que ayudes a encontrarlas. Para hacerlo, debo pedirte también que no esquives la pregunta: es verdad que hay series y películas de éxito que exploran otros territorios, pero es incuestionable el éxito y la sobreabundancia de las que nos introducen y nos mantienen en el infierno. ¿Por qué aplaudimos a quien pretende robarnos con sus propuestas toda esperanza?