ANÁLISIS DE CULTURA
En la sala de espera
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura09-04-2014
Se puede estar de acuerdo con una visión de la realidad socioeconómica o se puede criticar, pero siempre sabiendo que nuestro interlocutor sabe de lo que habla. Las viejas utopías relucen en los momentos de mayor decadencia, pero otra cosa es saber si se defienden con convicción, o por dar “el pego” en tiempos de crisis. Y en este contexto algunas personas son más creíbles que otras. El que hace 10 años vivía bien con el mismo sistema “capitalista” que tenemos hoy no se quejaba tanto como ahora. El que de verdad lucha por un empleo de calidad, por unas condiciones sociales dignas y por una vida estable lo hace antes y ahora. Y por eso creo más en unos que en otros. José Luis Sampedro es ese tipo de escritores con los que se puede estar de acuerdo o no. Pero su posición desinteresada ante los problemas, como apoyo y no como protagonista, es el que anima a ser leído con curiosidad se comparta o no su ideología. Apoyaba a los indignados, como altavoz, pero nunca como un mesías. Sin ruido, sin homenajes, así es como quiso morir. Activo pero en la sombra, y siempre hasta el final. “La muerte me lleva de la mano, pero se está portando bien porque me deja pensar”, reflexiona en su obra póstuma, Sala de espera. Más vale aprovechar la vida para aprender que para enseñar. Olé del que piense así, y por eso Sampedro, aunque con vocación para lo segundo, supo al final de los días que es mejor callar, escuchar, y después reflexionar. Hacerlo para que millones de parados lo lean, saquen sus conclusiones y las fuerzas RACIONALES (en mayúscula lo escribo, porque hoy en día algunos de los consejos que se escuchan desde la izquierda son de todo menos coherentes) para levantarse y dejar de sentirse improductivo. “El mercado está en manos de los poderosos. Dicen que el mercado es la libertad, pero a mí me gustaría saber qué libertad tiene en el mercado quien va sin un céntimo. Cuando se habla de la libertad hay que preguntarse inmediatamente: ¿la libertad de quién?”. ¿Hace pensar? la respuesta es, sí. Y eso siendo economista y literato, doble faceta difícil de compaginar con cordura. Quizás por ello cale al lector. El que no lo lea por su visión de la vida es un ignorante, como el que no lee a Marx, a Weber o a Adam Smith. Cerrarse en banda con los del mismo signo supone labrar una carrera carente de rigor. El que lo imita sin saber la mitad ejerce lo que hoy llaman “postureo”, y tan pronto aparece en las portadas como es olvidado. Y en la sala de espera están los ciudadanos, tan pequeños como hormigas, que tienen que lidiar día sí día también con los pregoneros de la farándula. Bastante tienen con lo suyo.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press