ANÁLISIS DE CULTURA
Diapositivas viejas
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura19-03-2014
Cuando la recia monotonía inviolable se hunde en absurdos debates alejados de la verdadera necesidad del ser humano surge la recomendable visita a casa del abuelo, si es el caso, si no, de cualquier persona que tenga más experiencia en esta cruenta pero apetecible vida. Pondrá las cosas en su sitio: recordará que antaño el hambre no dejaba de pensar más que en el mendrugo de pan que llevarse ese día a la boca. Que el miedo era atroz, pero entonces no sólo resurgían las miserias humanas, sino también una tímida complicidad entre las personas. Desgraciadamente y como un grifo a medio cerrar nos va faltando ese sostén en el que apoyarnos en momentos de estupidez selfie y demás que presentan una preocupante homóloga realidad de la sociedad. Cuando se cierre ese caudal quedarán inmortalizados esos momentos en fotografías que hablan sin que les preguntes. El Centro Cultural Conde Duque de Madrid da ese gusto a sus visitantes con una exposición sobre el marco de una capital del primer tercio del siglo XX con un encanto que se construye con los años. El sonido poderoso del tranvía, la elegancia del viandante, el lustre de los carruajes. ¡Cuántos darían mucho o más por teletransportarse a esa época! El consuelo huele a diapositiva vieja. Pero que no cunda la nostalgia. Si hay algo por lo que Madrid mantiene esa sensación de pueblo viejo es porque sus sucesivos gobernantes, con sus más y sus menos, han conseguido mantener ese aura, los adoquines o las fachadas. Otros espacios han cambiado, como la plaza de toros de Goya por el Palacio de Deportes, las hoy extintas caballerizas. Una gozada para los amantes de lo viejo, de la pluma que trazaba con fuerza el nombre del visitante de la Real Casa de Campo en 1909, que podía acceder “a pie, a caballo o en carruaje”. Una biblioteca circulante en el Parque del Oeste, más conocido en los últimos tiempos por punto de encuentro de hormonados universitarios que agotan la semana entre risas y alcohol. No es la primera vez que la autora de estos párrafos alaba esta ciudad cargada de voces, antiguas y nuevas, de tristezas que se curan con sanos alborotos, y no será la última vez que lo haga. Porque no es la única que taladra el teclado pensando en sus entrañas: Un ansia verde y un odio dorado arde en el seno de aquellas paredes. Contra la sombra, la luz ha cerrado todas sus redes Lo dijo Miguel Hernández en uno de sus poemas más bellos, aunque no tanto como la amada a la que se dirigía.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press