IMPRESIONES
Nuestra palabra para el mundo
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión17-03-2014
Mis alumnos de Periodismo, Bellas Artes y Diseño de la Universidad Francisco de Vitoria están presentado durante esta semana su Proyecto Blog, en el que, además de trabajar sus competencias digitales, se formulan una pregunta de fondo que empiezan a responder ahora, en sus primeros años como universitarios: «¿Cuál es mi palabra para el mundo?». Esta es la segunda edición del proyecto y, como es de ley, he dedicado un tiempo a repasar algunos de los blogs que vinieron al mundo en la primera edición. Mantener un blog es una tarea comprometida y exigente y me alegra ver que muchos siguen en activo. En todo caso, el objetivo fundamental de este proyecto no es realizar un blog que dure para siempre. Lo determinante es entrenarnos en buscar una palabra propia, personal, nuestra… la palabra que queremos aportar al mundo. ¿No debería ser ese el reto de todo comunicador? Todavía más: ¿No debería ser ese el reto de toda persona? Sin embargo, la tarea no es tan sencilla. Incuso entre los artistas, músicos y escritores reconocidos -profesionales que viven de lo que dicen y del modo en que lo dicen- debemos cribar mucho para poder decir de uno que tiene “una voz propia”. Los estudiosos del lenguaje humano y de su dimensión neurológica han descubierto que la mayor parte de las veces, la mayor parte de nosotros, lo que decimos es pura repetición de estructuras lingüísticas o de pensamientos ya elaborados por otros. Somos más repetidores que generadores de pensamiento y lenguaje. Y, sin embargo… si cada persona es única y cada momento vital también lo es, deberíamos ser capaces de alumbrar en cada momento lo que debe ser dicho. Lo que sólo podemos y debemos decir nosotros aquí y ahora. Ese sano ejercicio que no sólo consiste en “pensar antes de hablar” -que no es poco-, sino que nos exige pensar en eso que sólo nosotros podemos decir y que es además lo que debemos decir justo aquí y ahora, nos hace más auténticos en cada momento. Además, nos ayuda descubrir poco a poco, intento a intento, acierto a acierto, cuál es nuestra palabra para el mundo. No ésta o aquella palabra según la circunstancia, sino la nuestra, la que somoscada uno de nosotros, nuestra vocación, nuestro verdadero nombre. «Busco un nombre solamente, mi verdadero nombre», decía León Felipe, una búsqueda a la que consagró su poesía y su propia vida. Porque la prosa de la vida se torna poesía cuando nos empeñamos en pronunciar, en cada momento de nuestra vida, nuestra palabra para el mundo.