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SIN CONCESIONES

La democracia de los peores

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión18-02-2014

Nunca una decisión interna fue tan significativa. Nunca una decisión aparentemente banal resultó tan trascendente a escala política. Cierto es que a pocos interesa que el Partido Popular haya designado un nuevo líder para Andalucía. Ni siquiera los ciudadanos de esta comunidad parecen demasiado alterados por la elección de un hombre joven como Juan Manuel Moreno, que representa a una nueva generación de políticos. Su nombre ha causado un terremoto interno en el PP y ha agitado los mentideros periodísticos. Pero la realidad es que la calle permanece ajena a movimientos de este tipo porque el desencanto se ha extendido por todos los rincones del país. Andalucía es una de las regiones más golpeadas por el hastío, especialmente con casos de corrupción como los EREs falsos aprobados por la Junta cuando Manuel Chaves era presidente. El socialista abandonó el poder para ser ministro con José Luis Rodríguez Zapatero, pero antes eligió a dedo a José Antonio Griñán como sustituto. La investigación judicial de la juez Mercedes Alaya obligó a Griñán a dimitir el año pasado, pero antes de renunciar señaló a su compañera Susana Díaz como sucesora. En el Partido Popular ha sucedido lo mismo. Cuando Javier Arenas ganó las elecciones autonómicas de 2012 pero se quedó sin gobernar por el pacto de PSOE e IU, dio un paso atrás y colocó a Juan Ignacio Zoido en su sillón. Nadie se quejó entonces, ni siquiera los sevillanos que ahora claman por las esquinas contra el dedazo de Mariano Rajoy con Juan Manuel Moreno. La misma falta de democracia interna que existe ahora en el PP la hubo hace menos de un año en el PSOE y se repite en el resto de formaciones políticas. Tanto en IU como en UPyD, los dos partidos que más suben en las encuestas, sus líderes Cayo Lara y Rosa Díez fueron elegidos en el último congreso sin oposición interna. Pero el verdadero motivo de preocupación no tendría que ser cómo se elige a un líder político, sino si realmente es la persona adecuada para el puesto. Olvidamos, como en otras muchas facetas de la vida, que lo más importante es tener conocimientos y capacidad suficientes. Zapatero ganó en julio del año 2000 un congreso del PSOE que le convirtió en secretario general y líder de la oposición. Cuatro años después, sin apenas tiempo para madurar, estaba dirigiendo La Moncloa. Pensó que todo se aprendía "en dos tardes"... y así le fue a España. Algunos de sus propios compañeros de partido reconocían entonces sus carencias y admiten ahora sin complejos que fue un error apostar por él. Zapatero es el único presidente del Gobierno que previamente obtuvo el liderazgo del partido con total democracia. Tanto Adolfo Suárez como Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy fueron elegidos a dedo o mediante pactos políticos entre las facciones de su partido. Zapatero fue el único que salió limpiamente de las urnas y, sin embargo, fue el peor de todos. Su simpatía, amplia sonrisa y cercanía a la gente le sirvió primero para atraer a sus afiliados y después para camelarse a los españoles. Zapatero es otra prueba para la Historia de que la democracia no siempre sirve para escoger a los mejores. La democracia es el menos malo de los sistemas políticos para dirigir una nación. La definición del británico Winston Churchill permanece vigente, aunque los optimistas consideramos con mayor rotundidad que es el mejor sistema de los inventados hasta ahora por el ser humano. La democracia debe ser la única opción para conformar gobiernos, aunque en países como Italia se la salten a la hora de nombrar primer ministro. Sin embargo, las organizaciones funcionan de otra forma. Priman la responsabilidad, la cohesión, la capacidad... Sin duda lo del PSOE con Susana Díaz fue un dedazo, como es ahora lo del PP en Andalucía. Pero en ambos casos se escogió al mejor de los posibles. La decisión fue subjetiva, sí. Pero en absoluto arbitraria. Griñán y Rajoy valoraron las opciones con buen criterio, atención a las virtudes y voluntad de buscar el bien común. En cambio, se cuestiona a ambos porque en España confundimos subjetividad con arbitrariedad. Lo subjetivo depende de la visión propia pero lo arbitrario procede del puro capricho y la voluntad interesada. Subjetivo es casi todo lo que hacemos y decimos a lo largo del día. Arbitrario es actuar contra la justicia, la razón o las leyes. En todo proceso de selección de personas, incluso en uno democrático, priman cuestiones subjetivas. Pero las arbitrarias deberían desterrarse de cualquier empresa, institución o partido político. La arbitrariedad es un cáncer que corroe el esfuerzo colectivo y aniquila la excelencia.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito