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IMPRESIONES

Entre el hombre y el mono

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión12-02-2014

Michael Tomasello es un psicólogo estadounidense que ha dedicado sus últimos 15 años a investigar los procesos cognitivos aplicados al aprendizaje social, comparando los grandes simios con los bebés y niños pequeños. Mi interés por investigar en detalle los rasgos específicos de la comunicación humana me llevaron hasta sus investigaciones. Muchas de las conclusiones del libro me parecen muy sugerentes, además de alejadas de muchos tópicos habituales incluso en la comunidad científica. Seguramente los frutos de su investigación tienen que ver con su saber hacer. Lo que he descubierto en sus artículos, más allá de los contenidos, es una armonía deliciosa en su modo de vincular la creatividad en el diseño de experimentos con el rigor científico de sus conclusiones, que huyen de toda extrapolación ilegítima de resultados. El descubrimiento de Tomasello que hoy quiero compartir contigo –seguro que más adelante habrá otros- tiene que ver con una diferencia específica entre la cognición de los grandes simios y la cognición humana. Una diferencia aparentemente sutil, pero que está en la base que nos permite distinguir un comportamiento ético (en lo humano) de otros comportamientos que no lo son. Los grandes simios –como los niños de 14 meses– son capaces de generar, con cierta flexibilidad, estrategias competitivas para ganar en diversos juegos cuyo objetivo, por ejemplo, es conseguir comida. También son capaces de leer algunas acciones de sus semejantes y de los seres humanos para la consecución de esos mismos objetivos. La diferencia está en que los grandes simios no son capaces –como sí lo son los niños de 14 meses– de ejecutar acciones altruistas –en beneficio de otros individuos- en esos mismos juegos. Y tampoco son capaces de reconocer una acción altruista dirigida hacia ellos. Esta diferencia nos invita a pensar que los simios son capaces de “reconocer” a otros individuos que tienen los mismos objetivos que ellos, pero que son incapaces de actuar, o de reconocer en otros, acciones que no están al servicio de uno mismo, sino de otro. Esta distinción lleva a Tomasello a identificar que hay una infraestructura cognitiva y social en los seres humanos de la que carecen los grandes simios, a la que llama intencionalidad compartida. Las consecuencias sobre el carácter específico de la condición humana que tienen estas investigaciones son dignas de explorar en detalle. Sin embargo, hay una muy simpática que se me vino inmediatamente a la cabeza, y que tiene que ver con la sabiduría popular. Cuando nosotros decimos de otros seres humanos que se comportan “como animales”, o que son muy “inhumanos”, no lo decimos porque esas personas sean limitadas intelectualmente; ni siquiera porque esas personas ejerzan cierta violencia –que, en ocasiones, nos puede parecer justificada–. Lo decimos porque esas personas son incapaces de pensar en nadie más que en sí mismos y en sus propios intereses. Desde esta perspectiva –evidentemente, hay otras–, la Ética y el Derecho resultan ser realidades específicamente humanas en cuanto que pertenece a la estructura del hombre la inclinación a la cooperación, al servicio, al altruismo.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach