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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Ahogados

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad12-02-2014

No pisan la alfombra roja ni tienen un minuto de gloria para plantear sus reivindicaciones en prime time. Es más, hasta países presuntamente tan democráticos y ejemplares en derechos y libertades como Suiza votan que haya que poner límite a la entrada de inmigrantes que buscan un futuro mejor, pues parece que sólo los nacionales tienen derecho a los sueños. Y en esa lista de no admitidos también incluyen a ciudadanos europeos. Y si Suiza dice no a la inmigración, un país forjado con la mano de obra de muchos extranjeros, incluidos los sacrificados españoles hace un puñado de décadas, la tibieza de países fronterizos como España ante los flujos migratorios deja leer entre líneas otro no a quienes vienen de fuera. Con las vacas flacas no hay teta de donde mamar. Y a muchos autóctonos que lo están pasando peor –e incluso mal– por la maldita crisis en el propio suelo patrio, se les multiplica una justificada mala leche. Pero muchos nos olvidamos de que cuando los rumiantes económicos lucían rollizos ya se sabía quién tenía que ganarse el sueldo quitando las boñigas. Ha pasado menos de una semana desde que una decena de inmigrantes subsaharianos murieran ahogados en las costas de Ceuta mientras intentaban entrar a España junto a centenares de desesperados. Han pasado dos décadas desde que el sur de España se empezase a convertir en un cementerio acuático con ataúdes flotantes en forma de pateras. Quizás nunca sus familias sepan que su vida acabó de forma tan desgraciada. Quizás, ni siquiera, como otros muchos, tengan un nombre en una lápida. Quizás quedarán sin voz, porque sus historias no van aderezadas con lentejuelas ni el glamour moderno de la reivindicación política. Y quizás mañana, o pasado, otra decena de seres humanos acabe protagonizando titulares efímeros con la misma suerte, porque el del tráfico de personas que sueñan es un negocio redondo para las mafias. La única certeza es que el triste argumento que protagonizan los inmigrantes es una auténtica vergüenza. Una vergüenza que sigue sin sacarnos los colores.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo