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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Vivir con los ojos cerrados

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España10-02-2014

Ya hay que ser paleto para repudiar la calidad del cine español. Igual que para ensalzarla. Así, sin más, el cine español en su conjunto, como si fuese todo una misma cosa. El cine español, como el cine americano, el italiano o el francés produce películas buenas, malas y regulares. ¿Qué tiene que ver Torrente con Mar adentro? ¿Qué tiene que ver Todo sobre mi madre con Celda 211 o con Lo imposible? Por citar algunas más recientes, ¿qué tiene que ver el optimismo de Trueba con el aquelarre de Alex de la Iglesia y sus brujas? Aun así, hay gente que por sistema se niega a ver una película hecha en España. Una de las principales razones de este rechazo es la manifiesta militancia política de algunos de sus protagonistas, que sale a relucir especialmente en la gala de los Goya. Y este año no ha sido una excepción. Este sector ha sido maltratado por el Gobierno -como tantos otros- en decisiones como la subida del IVA. Ha sido insultado en declaraciones como la del ministro Montoro cuestionando la calidad del cine español, en su conjunto. Ha sido menospreciado con gestos como el del ministro Wert, quien no quiso ir a la gala para no ser la piñata. Va en el sueldo. Acertó el galardonado que se preguntaba qué pasaría si el ministro de Defensa se negase a asistir al desfile de las Fuerzas Armadas. El cine se quejó de lo suyo (“Hoy hacer una película es un acto heroico”) y de lo que no es lo suyo, pero es de todos. En la gala hubo mensajes y alusiones a todos los debates que hay al cabo de la calle. La crisis, la corrupción, los recortes, el aborto, la sanidad... En la entrada hubo gestos de solidaridad hacia los desahuciados y los despedidos de Coca-Cola. ¿Qué hay de malo, de raro o de censurable en que los protagonistas de hacer el cine en España, personas con una gran proyección pública, tomen partido en estas cuestiones como el resto de los ciudadanos? Para no mojarse ya están los futbolistas (salvo excepciones como la del Racing). El cine y los cineastas es otra cosa. Al futbolista se le exige que entrene, que se cuide y que meta el balón en la red. En eso se basa su relación con el espectador. Al que hace cine se le deben exigir otras responsabilidades diferentes. Una de ellas, quizá la más importante, es adentrarse en la realidad que le rodea lo suficiente como para comprenderla y saber plasmarla de manera fiel en sus personajes. Lo grave sería que después de eso, el mundo le fuese indiferente. ¿Se imaginan un país en el que el cine no fuese cine? Es decir, ¿un cine en el que no hubiese opción a historias que hablasen de la problemática de sus ciudadanos? ¿Un cine en el que no hubiese hueco para películas que pongan al espectador ante un espejo para sacudirle y hacerle reflexionar? ¿Se imaginan un cine en el que sólo se hablase de reyes que casan a sus hijas, son felices y comen perdices? ¿En el que no hubiese historias de hambre y necesidad frente a la esperanza de un futuro mejor al otro lado de la frontera? ¿Un cine que no mostrase las desigualdades, la corrupción humana o cómo las decisiones de los poderosos repercuten en la vida de la gente? Quizá entonces vivir sería más fácil, pero tendríamos los ojos cerrados.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio