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SIN CONCESIONES

La credibilidad perdida

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión04-02-2014

Todo tiene remedio en la vida, salvo la muerte. Un día llueve y al otro resplandece el sol. Si se rompe la televisión, compras otra. Cuando te invade la gripe, en menos de una semana pasa a la historia. Discutes con tu mejor amigo y en cuestión de horas te reconcilias. Cuando pierdes un trabajo, incluso en esta época de crisis, más tarde o más temprano encuentras otro empleo. Todo es cuestión de tiempo. Las lágrimas se secan, el llanto se agota, el dolor se olvida y el sacrificio acaba mereciendo la pena. Este mismo mensaje es el que subyace bajo la estrategia del Gobierno para sacar a los españoles de la crisis. Pero sobre todo es el argumentario con el que pretende convencer a los ciudadanos de que sus reformas y recortes han merecido la pena. Mariano Rajoy está convencido de poder ofrecer un balance positivo en términos económicos antes de acabar la legislatura y confía en que así los españoles volverán a darle una mayoría, aunque no sea absoluta y dependa de alianzas parlamentarias con los que ahora hablan de independencia. El gallego siempre utiliza la táctica del corredor de fondo, del avestruz o del ya escampará, que al fin y al cabo tienen bastantes similitudes. Rajoy ha pasado los dos primeros años de legislatura refugiado en La Moncloa y sepultado en la gestión. Debía resolver los muchos y graves problemas que heredó de Zapatero, el peor presidente que ha tenido España en toda la democracia. El desafío era de tal magnitud que apenas le preocupaban las protestas en las calles, las críticas generalizadas de la oposición y el acoso de los periodistas. Siempre pensó que el tiempo pasaría y con él la crisis. Siempre imaginó que saldría el sol y los enfados de los ciudadanos caerían en el olvido. Lo primero cada vez está más cerca de conseguirlo pero no implica necesariamente que conduzca a lo segundo. Olvida una máxima de la política, un elemento clave en las relaciones humanas, un factor determinante para atraer a cualquier persona. ¡La confianza! Rajoy solía dar lecciones de confianza en los momentos de mayor tensión por la prima de riesgo. “Hace falta mucho tiempo para conseguir la confianza de los mercados pero muy poco para perderla”, repetía. La realidad suele ser aún más drástica. La confianza es como una orquidia, una flor de las más delicadas. Hay que cuidarla con esmero, mimarla con el máximo cariño. Cuando la confianza se rompe, desaparece para siempre. No vuelve. El problema del Gobierno del PP es que ha estado tan centrado en la gestión y ha aparcado tanto la política que ha desperdiciado la confianza de millones de ciudadanos que le votaron en las últimas elecciones generales. Aunque la crisis quede atrás del todo y la economía siga mejorando, muchos de los españoles que encumbraron a Rajoy hasta La Moncloa jamás volverán a confiar en él. Aunque crezca el PIB y caiga el paro, el enfado en determinados círculos es tan grande que difícilmente desaparecerá. La confianza perdida en dos años no se recupera de aquí a las generales. Los malos tiempos caerán en el olvido pero el hastío de unos, el sentimiento de traición de otros y el pasotismo del grueso permanecerá ahí con seguridad cuando Rajoy se la juegue en 2015. Así que el verdadero problema del PP ya no es la crisis económica, sino la credibilidad perdida en la primera mitad de la legislatura.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito