SIN CONCESIONES
Contar malas noticias
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión30-09-2013
Esta legislatura arrancó con rostro de velatorio y discurso de derrota. Echó a andar con un Gobierno que aprobó drásticas medidas en el primer Consejo de Ministros. Subió el impuesto del IRPF y aplicó recortes presupuestarios desde el inicio para dar la vuelta al desbocado déficit público que heredó del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. No tenía complejos a la hora de emprender reformas ni de amenazar con duras decisiones a los ciudadanos. Los viernes de Consejo de Ministros rápido pasaron a conocerse como viernes de dolores por el daño que las medidas causaban al bolsillo de los ciudadanos. Era una necesidad económica pero también una estrategia política. Así se culpaba de todos los males al antecesor de Mariano Rajoy en La Moncloa y se aprovechaba la ola del triunfo electoral para tapar las reformas más impopulares. El discurso apenas ha variado dos años después. España permanece en recesión, hay seis millones de parados, la corrección del déficit va muy lenta, las empresas siguen destruyendo puestos de trabajo y los impuestos no disminuyen pese a la promesa que contrajo el Ejecutivo. Sin embargo, los indicadores económicos invitan al optimismo. La economía ya está creciendo, aunque los datos tardarán algunas semanas en demostrarlo. El paro acumula siete meses consecutivos de bajadas. Las exportaciones baten récords históricos. La prima de riesgo avanza en caída libre. Las previsiones oficiales auguran que el PIB se dará la vuelta en 2014 y que por primera vez desde la crisis se creará empleo neto en el país. Parecen buenas noticias a falta de confirmarse. Pero el discurso del Gobierno manifiesta un exceso de prudencia. El tono sigue siendo triste y la sonrisa se cobija bajo un manto de cautela. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo? Cuando empezaba la crisis, Zapatero hizo un llamamiento generalizado al consumo para evitar que la economía se detuviera. Sabía que el temor a la desaceleración y el miedo a la recesión podían suponer el mayor de los frenazos para un país que caminaba ya hacia el agujero. Ahora, el Gobierno tiene la oportunidad de levantar el ánimo a los ciudadanos y alentar la esperanza de las empresas con el fin de que la maquinaria económica vuelva a ponerse en marcha. Parece evidente que el escenario está cambiando pero Rajoy camufla ese mensaje. Quizá sea por exceso de prudencia o por puro realismo. Quizá sea por mala conciencia o para no vender la piel del oso antes de cazarlo. Pero lo cierto es que el Ejecutivo está tan acostumbrado a contar malas noticias que pierde oportunidades cuando llegan las buenas porque no acierta con el mensaje o, incluso, ni siquiera lo intenta. El arriolismo táctico catapultó a Mariano Rajoy a La Moncloa con mayoría absoluta, así que parece complicado desprenderse de él. Mejor no decir nada que arriesgarse a meter la pata. Esta es la máxima que Pedro Arriola inculcó al líder del Partido Popular y que ha contagiado a casi todo el Consejo de Ministros. Ahí están como prueba la desaparición voluntaria de Ana Mato, el silencio de Pedro Morenés, la discreción de Miguel Arias Cañete y las evasivas de Soraya Sáenz de Santamaría. El caso del presidente del Gobierno es todavía peor. En España no concede entrevistas y apenas atiende a la prensa. Únicamente habla con frecuencia en el extranjero, aunque sea para hacer propaganda y censurar preguntas si le interrogan sobre el extesorero Luis Bárcenas. Rajoy todavía no ha aprendido que sólo quien tiene miedo a responder impide que le hagan la pregunta. Tampoco se percata de que el daño de imagen que causa esa actitud multiplica a la peor de las contestaciones. En el Ejecutivo y también en el PP falta un discurso elaborado y una estrategia de comunicación certera. Con el silencio no se convence a la gente. Con caras de tristeza no se genera ilusión. Con malas noticias no se ganan elecciones.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito