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EL REDCUADRO

El hijo de Suárez

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión20-05-2002

Cuando el niño de Suárez llegó a la política me alegré por su sentido dinástico. En este Reino con juancarlistas y sin monárquicos era una afirmación del principio de sucesión al trono de los derechos de autor de la transición. Ahora lo veo con chaquetilla corta con botones de plata, sombrero de ala ancha, al hombro un marsellés bordado de terciopelo. Adolfo Suárez Illana no va vestido así para hacer el camino del Rocío, sino el paseíllo en una portátil de la Mancha como espada de un festival benéfico. Qué inmenso error el mío en la cuestión dinástica. Tenía apuntado a Adolfito en la lista de los niños políticos, de los hijos de los grandes espadas de la transición. En los mismos carteles que el niño de Pío Cabanillas, el de Fernández-Miranda, el de Fernández-Cuesta o los niños toreros de Arias Salgado. Andaba desnortado. Habré de ponerlo en la misma lista que el niño de Pepe Luis Vázquez, del Litri, de Aparicio, de Camino o del niño de Manzanares. Aquí, en el toreo o en la política, siempre estamos esperando al hijo de alguien para elevarlo al número 1 del escalafón, ahora que Joselito se ha partido la pierna por tres sitios. Hechuras de torero tiene este Adolfo Suárez "Suarito", o Suárez II, o El Niño de Amparo, que no sé cómo se anunciará. Nos devuelve la figura de Alfredo Alvarez Pickman, del "aficionado práctico". El señorito torero de antaño, cuando los muchachos se metían a toreros para hacerse ricos y no como ahora, que hay que tener un padre rico para llegar a torero. Prometo meterme en carretera la próxima vez que lo anuncien allí en Villanueva de la Fuente, o en Povedilla, plaza donde dicen que tiene tanto cartel que podremos decir, a lo Corrochano, que Adolfito torea en el patio de su casa, que es la del suegro, Samuel Flores, el primer latifundista de España, puesto en el que desbancó a la Duquesa de Alba cuando Chani Pérez Henares se puso a hacer submarinismo en el Catastro. El Niño de Amparo vengará la memoria de don Luis Mazzantini y del banderillero de Belmonte, que, degenerando, degenerando, llegaron a gobernadores civiles. Su camino puede ser a la inversa: de candidato a la presidencia de Castilla-La Mancha llegar a novillero con caballos. Yo creo que todo esto de los festivales lo está haciendo Adolfito para coger el sitio cuando hayan pasado las elecciones autonómicas y poder debutar de luces. Enfrentarse a Bono en unas elecciones en Castilla-La Mancha esa como si un novillero hubiera querido en su tiempo desbancar a Antonio Ordóñez en su trono de Ronda. En los toros, cuando un novillerete pega el mitin, le gritan: "¡Vete a los albañiles!". Tras las autonómicas, a Suárez Illana pueden gritarle desde la solanera manchega: "¡Vete a torear a Las Ventas!" No debe olvidarse que en Castilla-La Mancha está Almagro, y ya saben cómo quedó Cagancho allí.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor