ANÁLISIS DE CULTURA
Chipre más allá del dinero
Por Marta G. Bruno2 min
Cultura20-03-2013
"La culpa es de quienes nos metieron en la UE”. Oleada de descontento entre los ciudadanos chipriotas, a los que se les ha aplicado lo que en el lenguaje coloquial se denomina “la 3/14”. Rescato tu país a cambio de que tú, ciudadano inocente, aportes 5.800 millones de euros con el sudor de tus ahorros. La cara de estupor que se le queda a uno es de libro. Y es mejor ni imaginar la reacción de los españoles si lo mismo hubiera ocurrido aquí. Aunque lo cierto es que la mano también ha entrado en nuestros bolsillos de otra manera, pero con la misma habilidad. Muchos chipriotas abrazaron la decisión de entrar en la Unión Europea, fruto de la desesperación de formar parte de un país con demasiados padres y huérfano de corazón. Chipre ha sido ocupada por muchas culturas a lo largo de su historia. Desde la civilización micénica, las colonias fenicias y griegas hasta los turcos y británicos. Este país, de 800.000 habitantes y con una superficie que no alcanza los 10.000 km², ha vivido demasiadas invasiones a lo largo de su larga historia. Su último “logro” fue entrar en la Unión Europea en 2004, una decisión que ahora les ha salido demasiado caro. Poco conocemos de su país más allá de los datos sueltos que hoy pueden leerse en la prensa. Números que dicen mucho y nada a la vez. Sus acuciantes problemas de aislamiento económico y social han hecho que para el común de los mortales sea parte de una tierra lejana. Pero lo “bueno” de las crisis económicas y por ende los rescates es que de repente se convierten en un reclamo turístico. Es el resultado de una mezcla de rebaja de precios, morbo y moda. Y esa invasión continua que ha sufrido Chipre la convierte en un país muy “explotable”. Una mezcla de restos arquitectónicos griegos y turcos y las huellas de un pasado en el que ambos gobiernos se tiraban de los pelos por conquistar las numerosas islas del mar Egeo, Chipre entre ellas. La combinación de todo ello da lugar a un mosaico de arquitectura religiosa, paisajes áridos y salvajes, olor a cítricos, olivos y vides. Los chipriotas merecen que se deje de hablar de ellos sólo para alimentar titulares, aunque sirvan para dar voz a unos ciudadanos básicamente traicionados. Si no gustó que España saliera en los medios extranjeros como el “nuevo rico” que pronto desvaneció, tampoco les hará gracia que se hable de ellos dos semanas para luego volver a dejarlos donde estaban: en una isla abrazada por tres gigantes, África, Asia y Europa, y con Rusia como el único hermano mayor.
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Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press