Sin concesiones
Padre y Papa Francisco
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión19-03-2013
Los que denostan las riquezas de la Iglesia católica ahora tienen un Papa que ama la pobreza. Tienen un Papa que declina unos zapatos de cuero rojo fabricados a mano en México porque prefiere la sencillez del marrón. Tienen un Papa que roza los 77 años pero mantiene el espíritu joven que le llevó a entrar en el seminario al terminar la universidad. Tienen un Papa sumamente experimentado en toda clase de cargos pero que permanece abrazado a la humildad del sacerdote al que acaban de encargar el cuidado de una parroquia. Tienen un Papa que dirige su mirada a los más pobres porque en ellos encuentra la verdad del Evangelio y el ejemplo a seguir que marcó Jesucristo. Tienen un Papa que procede de un continente que ha vivido en la miseria durante siglos y que empieza a despertar. El Papa Francisco es una estrella que seguir para creyentes y ateos, de la misma manera que hicieron los Reyes Magos hace más de dos mil años. Su carácter afable y sencillo nunca le haría destacar en otros ámbitos pero, en esta era de egocentrismos, avaricias y desmedidas ambiciones, su testimonio de entrega a los más necesitados se cuela como una ráfaga de viento fresco entre las colinas de los poderosos. El Papa Juan Pablo II abrió la Iglesia al mundo entero en plena Guerra Fría y la introdujo en el nuevo siglo como una precursora de la globalización. Benedicto XVI dedicó su mandato a nutrir las raíces del cristianismo con lecciones teológicas y saneamientos internos tras décadas de aperturismo y extensión. Ahora llega el Papa Francisco para devolver a la Iglesia al portal humilde en el que nació y para recuperar así la vocación de servicio y la autoridad moral que la hizo grande. Quienes daban la espalda a un Papa sólido en la teoría y firme en los planteamientos tendrán que claudicar ante la mirada limpia y cercana del Papa Francisco. Quienes denostaban la opulencia e influencias de poder del Vaticano tendrán que abrazar la sencillez de este Papa argentino, que paseaba por los suburbios de Buenos Aires en auxilio de los más pobres. Quienes reclaman sacerdotes de pueblo al frente de los mandos eclesiales tienen que arrodillarse ahora al ejemplo de un hombre que ha heredado el trono de Pedro con la campechanía del niño que nació en un pesebre. A pesar de que el Papa Francisco aglutina las virtudes que los más adversos reclamaban a la Iglesia, persistirán las críticas. Es triste pero muchos no quieren abrir los ojos ni escuchar argumentos. Sólo buscan colgar de la cruz al creyente. Es triste pero es también el destino de la Iglesia. Es la cruz que padeció Cristo y que acabó con la vida de sus más fieles seguidores. La cruz también forma parte de este misterio que muchos no alcanzan a entender porque ni siquiera lo intentan. A ellos también les habla el Papa Francisco.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito