El Obispado de Bilbao, bajo sospecha tras invertir en Jersey
Por Ana Romero Vicente2 min
Economía15-05-2002
Ajeno a miles de críticas, el Obispado de Bilbao no ha tenido ningún problema en reconocer que entre 1998 y el 2000 invirtió 1,33 millones de euros (221 millones de pesetas) en una cuenta en el paraíso fiscal de Jersey, a través del BBVA.
Con ese dinero, el Obispado Vasco adquirió títulos internacionales que cotizaban en el mercado de forma oficial, y después los depositó en el BBVA Privanza Jersey. Malas lenguas aseguran que ese dinero provenía del Estado, y por consiguiente, de los impuestos que pagan los ciudadanos. Ante esta fuerte acusación, el Obispado se ha apresurado en aclarar que la procedencia del dinero era exclusivo de donaciones hechas por fieles, y que las inversiones no fueron de dinero negro (no declarado). Apoyado por la Conferencia Episcopal Española, el secretario y portavoz de la misma, monseñor Juan José Asenjo, ha considerado que "no es vergonzoso" que la institución invierta en este tipo de lugares, siempre que todo se tramite conforme a la ley. Y es esto lo que precisamente ha levantado polémica: son muchos los que señalan a la diócesis vasca como una defraudadora, que por evitar pagar los impuestos correspondientes en la Hacienda española, se fue a Jersey. En esta Isla Británica los beneficios fiscales son mayores, ya que tributar en España equivale a pagar un 35 por ciento de las plusvalías (aumentos de valor) que generan las operaciones realizadas. En realidad, y conforme a la ley vigente, esta posibilidad no es descartable: un acuerdo firmado por el Estado español y la Santa Sede (Concordato de 1979), exime a la Iglesia del pago de impuestos sobre los incrementos económicos que hayan sido obtenidos fuera de España. Sin embargo, el Obispado se niega a justificar de este modo sus inversiones en Jersey y alega que se hicieron exclusivamente por "razón de mejor gestión administrativa". De momento, el Obispado Vasco será investigado dentro de lo que ya se conoce como caso BBVA. Tendrá que demostrar que sus inversiones nunca fueron en b o negro y, por otra parte, convencer a la sociedad, que ahora le mira con recelo, de que su inversión de capitales en paraísos fiscales no tuvo nunca una finalidad lucrativa.