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IMPRESIONES

La fuente, el artista y la obra

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión14-02-2013

La fuente no es la obra, aunque la inspira. La fuente es el origen y la obra es ya destino. El puente entre la fuente y la obra es el artista. La fuente hace original al artista. La obra le torna destino. La obra es otra forma de fuente, para quien la contempla. Y quien la contempla ha de ser otra forma de artista. Si quien contempla no es, a su modo, un artista, en realidad no contempla la obra, no acoge la fuente, solo la usa o la consume. Me resulta difícil explicar a mis alumnos (artistas, guionistas, músicos, actores, periodistas…) cómo deben enfrentarse a las fuentes. El discurso es sencillo, pero el proceso se torna frío con facilidad. Es muy fácil que usen a sus fuentes. Es difícil que se enamoren de ellas. Y, sin embargo, es necesario, aunque luego deban distanciarse. Es la pedagogía socrática del eros. El amar para entender agustiniano. Si contarlo resulta frío, nos queda la alternativa del ejemplo. Esta semana he encontrado un gran ejemplo. Juan Mayorga era autor teatral. Ahora es director. No es una decisión, es un resultado de su amor. Por culpa de un amigo leyó El libro de la vida y quedó prendado de “una palabra imaginativa, honda y tensa, siempre sabrosa”, y quiso “darle cuerpo”. Quedó también atrapado por la autora, no sólo por la obra. “Teresa de Jesús me parece un personaje salvaje, enormemente fuerte y al mismo tiempo frágil; una mujer inteligente, lo que significaba estar bajo sospecha, con un linaje también sospechoso -era nieta de un converso- y era respetuosa, pero heterodoxa”. Teresa y El libro de la vida eran la fuente. Mayorga, el artista. De ese combate amoroso, de esa tensión entre el concuerdo y la distancia, va entretejiéndose un espacio de encuentro entre la fuente y el artista donde ambos caben y, al tiempo, ambos se distinguen, que terminará conformando la obra. En la obra están, irreductibles, la fuente y el artista. Por eso es arte y también fuente, es irreductible y personal, es original y familiar. Mayorga tuvo que crear un personaje, el inquisidor, para no dejarse atrapar por Teresa. Si hubiera sucumbido a Teresa, no nos quedaría artista, ni obra. Pero si no se hubiera enamorado de ella, tendríamos un producto, no una obra de arte. Pero tenemos arte. Hoy, si eres, a tu modo, otro artista, puedes contemplarlo en el Fernán Gómez de Madrid, y allí te esperan Teresa, Mayorga y el inquisidor hasta el 3 de marzo.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach