ANÁLISIS DE LA SEMANA
La toalla o el iglú
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad19-05-2002
Elegir el destino para el descanso y/o la diversión es harto complicado, más aún cuando la nueva moneda, el euro, parece ser más redonda que la peseta, a juzgar por la inversión a fondo perdido del primer heladito de la temporada en Madrid, capital del reino de los Rodríguez. Llegan los primeros calores y hay que planear el verano, pero las vacaciones hay que pesárselas dos veces. Algunos aventureros prefieren un destino de los que dan escalofríos. En la Antártida hay una urbanización de iglús adosados en primera línea de costa. La estancia tiene sus ventajas: allí no apetecen los helados y los insectos están patitiesos, pero no es recomendable para propensos a los mareos: a veces los iglús dejan de estar adosados. Otro lugar exótico es África. El continente negro tiene el subsuelo sembrado de piedras preciosas que cuelgan después de los cuellos en Marbella. También tiene la superficie plagada de enfermedades que parecen traerle al fresco a los occidentales de los collares de oro. África tiene fama de ser el safari del mundo, donde quizás se entable amistad con una naturaleza a lo bestia y con algún joven de estómago vacío y sin alas que en un par de meses se lanzará a las aguas del Estrecho. Si tiene suerte, quizás ese amigo pueda acabar en el top manta del mercado de los triunfos musicales. Otra suposición: si es menor de edad y llega a dar con sus huesos en Cataluña, podría embarcarse además en otra aventura, la de ser un niño de la calle, sin techo, sin escuela, sin futuro y con un bulto cargado de desarraigo. Poco le importará dónde va a ir de vacaciones, ni siquiera ha alcanzado el nivel de un triste Rodríguez cualquiera. Todavía quedan de esos Rodríguez cuya familia incluye en la ruló el canario y la bombona del butano, al novio de la niña y a la prima solterona del pueblo. Debería haber subvenciones para estos sufridores que se van a un camping con la casa a cuestas, como los caracoles, y vuelven sin un euro en el bolsillo. Estas hipotéticas subvenciones europeas cubrirían los gastos de una clonación de un ejemplar de Rodríguez en extinción. Así será más fácil encontrarlos en más playas, como especies autóctonas. Mas, sin pasarse con las fotocopias de Rodríguez, porque si se hacen muchas habrá más problemas al pedir permiso para poner la toalla en Benidorm o alquilar un iglú en la Antártida. Y eso sí que sería un problema.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo