ANÁLISIS DE ESPAÑA
La fruta escarchada
Por Alejandro Requeijo2 min
España07-01-2013
España es como un roscón de Reyes. No es la forma toroide, ni el azúcar. Tampoco que sea algo típico de las fechas navideñas. Lo que realmente hace al roscón parecerse a España es su fruta escarchada. En pocas cosas se puede apreciar con tanta nitidez el sometimiento de la mayoría a los gustos y deseos de una minoría como en la presencia de la fruta escarchada en el roscón. Tras aplicar a la cuestión un exhaustivo trabajo de campo estos días, ha costado encontrar a alguien que reconozca que le gustan esas piezas de colores sobre el roscón. Además es de justicia dudar de ellos ya que luego admiten no mantener esa afición fuera de las fechas navideñas. Nadie va a una pastelería a pedir fruta escarchada un mes de marzo. Se han introducido novedades como la nata o la trufa, pero nadie aún ha dado el paso de pedir un roscón sin fruta escarchada. La mayoría preferiría que no estuviera y sin embargo ahí sigue, año tras año. Por más que uno intenta evitarlo siempre le toca una guinda, un trozo de naranja o esa variante verde no identificada. En España la suma de los votos de partidos que se reconocen nacionalistas nunca ha alcanzado ni el 10% del voto a nivel nacional. La cifra aún baja más si se tienen en cuenta sólo aquellos que se definen abiertamente independentistas. Y sin embargo la cuestión secesionista siempre está ahí, año tras año y elección tras elección. Aunque una mayoría preferiría preocuparse por otras cosas, es difícil encontrar un debate en España que no esté condicionado por una exigencia nacionalista y/o independentista. En España la mayoría dice no compartir el concepto de Monarquía como tal. En su momento España creó el juancarlismo para solventar el debate moral de convivir con una monarquía. Pero ahora Don Juan Carlos y la Casa Real no generan tanto entusiasmo, Felipe parece preparado para heredar el trono y sin embargo no parece que una mayoría esté dispuesta a dar el paso de pedir una España sin Monarquía. España sigue siendo un país que prefiere comerse el roscón todos los años anhelando vanamente que no le toque el trozo de fruta en lugar de pedir uno sin esos tropezones o directamente no comerlo (extremo que automáticamente le convertiría en un antisistema y tampoco es plan). Asume que al final tendrá que comérsela o como mucho apartarla discretamente como acto de rebeldía. Y así hasta la próxima. Lo peor es que antes o después siempre toca un haba que te obliga a pagar todo el bollo, fruta escarchada incluida. Así es el juego.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio