ANÁLISIS DE CULTURA
¿Matar al mensajero?
Por Marta G. Bruno
2 min
Cultura03-10-2012
Cuando un periodista quiere trasladar la realidad social con un reportaje, lo consigue. Cuando lo que pretende es exagerar esa realidad, también lo logra. Un fotógrafo lo tiene mucho más fácil: un buen encuadre para captar una imagen y obviar el contexto paisajístico. Fotoperiodismo que en ocasiones es real, y en otras es excesivo. Y si le añadimos un retoque especial, el blanco y negro, entonces el fotógrafo consigue lo que deseaba. El desgarro social, la pobreza, el desencanto. Son efectos logrados por Samuel Aranda, ganador del World Press Photo 2011 y el sello de las fotos que se publicaron en el New York Times justo cuando Mariano Rajoy trataba de afianzar la Marca España en Estados Unidos, en medio de una burbuja en la que los rascacielos impiden ver la realidad y también el olor al gran pulmón verde neoyorquino, el Central Park, a disfrutar en el hotel The Mark, donde el presidente se alojó. Aquí se quedaron las manifestaciones, el desencanto, las ansias independentistas de un político obsesionado con la mayoría absoluta y un rescate a la vuelta de la esquina. Pese a que es indiscutible que en España hay más de 11 millones de personas al borde de la pobreza y la exclusión social, que ahora somos los españoles los que acudimos a la vendimia y que ya no se puede decir que este país “va bien”, también es cierto que Aranda consiguió dos cosas: exagerar y vender. ¿Por qué? porque buscó lo más triste del país: manifestaciones, jornaleros, miseria, los asaltos a los supermercados. Con esto la autora de este análisis no quiere dejar pasar la realidad, triste e inolvidable, pero sí recalcar que por desgracia la pobreza inunda todos los países, incluido Estados Unidos, donde la cifra supera los 46 millones. En Nueva York, de 8,4 millones de ciudadanos, más de tres millones de personas rozan la miseria. Samuel Aranda ha recibido muchas críticas por su crudo reportaje, sobre todo cuando un español echa piedras sobre su propio tejado. Por una parte denuncia las carencias del país. Por otra, oscurece aún más las sombras y levanta un dique sobre la imagen exterior. Varias preguntar al aire: ¿debemos matar al mensajero? ¿goza de suficiente ética periodística? ¿seguimos teniendo complejo de inferioridad?
Seguir a @MartaGBruno

Marta G. Bruno
Directora de Cultura de LaSemana.es
Licenciada en Periodismo
Estudio Ciencias Políticas
Trabajo en 13TV
Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press