ROJO SOBRE GRIS
Turista
Por Amalia Casado
2 min
Opinión03-09-2012
Hay una forma de viajar que es la de ser siempre viajero, siempre aprendiz, siempre deudor. Es como ser siempre un recién llegado, como ser siempre hijo. Es como mirar siempre desde abajo y siempre de la mano de quien te da forma con sólo estar. Los maestros nos enseñan porque ellos son así, porque viven de rodillas -aun encaramados a hombros de gigantes-. Hay una forma de hacer turismo que es así. Sobreabunda de sentido la definición del diccionario para convertir al turista en un verdadero peregrino que busca y es buscado, que encuentra porque no posee. Palpita como quien acaba de llegar y mira como quien ve por primera vez, dejándose hablar. Hay una forma de ser turista que poliniza el mundo de cosas buenas y que fecunda. Vive como a quien no le importa ser olvidado y sabe que va a olvidar, pero desea dejar huella y recordar. No consume como quien canibaliza o colecciona exotismo: se hace de la tierra y se hace tierra donde otros hundirán sus raíces. Saborea como quien come por penúltima vez y aún se deja enseñar. Pregunta, escucha, calla y come o baila como quien es de ahí, como quien forma parte, como quien va a volver. Allá donde va, un turista así olfatea el rastro de su historia y se reconoce como hombre: "Aquí, mis semejantes", se dice. "De lo que son capaces ellos, soy capaz yo". Sólo desde ahí se atreve a juzgar. Este verano me he descubierto turista profunda. He saboreado cada instante y cada lugar como si tuviese todo el tiempo del mundo, como si ahí estuviese mi casa, como si mañana volviese a volver... pero con la sorpresa de quien descubre algo nuevo que no volverá a tener, aceptando que elegir algo es dejar el resto, que lo vivido de verdad es todo y para siempre. Rojo sobre gris a los turistas que dignifican.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo