IMPRESIONES
Hopper: medicina para la crisis
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión06-09-2012
La retrospectiva sobre Edward Hopper en el Thyssen es la mejor que se ha celebrado en Europa, y esa opinión de los críticos se ve refrendada por el público: es la exposición temporal del museo que mayor afluencia ha congregado, y parece que será así hasta el día de su cierre, el próximo 16 de septiembre. ¿Las razones? Junto a la calidad del artista, intuyo otras tres. La primera es la actualidad de la obra. Hopper retrata al hombre común inmerso en la Gran Depresión. Un hombre que vive en entornos tan cotidianos como impersonales, tan de bienestar como vacíos de ser. Supo vincular íntima y secretamente el progreso económico con la pobreza espiritual, la abundancia material con la pobreza de relaciones humanas. Hasta en los ambientes más sociales nos retrata a personajes solitarios. La segunda es su temperatura existencial. Este vínculo entre soledad y progreso se revela en personajes que no se rebelan. Frente al pastiche ideológico, cutre y pseudo-violento de escenarios como los del 15-M, Hopper nos ofrece una certeza igual de firme, pero mucho más luminosa. Como forma de denuncia y superación, prefiere la comprensión a la violencia. El conflicto es siempre interior; no busca excusas fuera. Sus personajes no se tornan anónimos, ni masa. Aun solos y perdidos, son ellos, con una personalidad definida, con una sabiduría misteriosa que sólo entrega la tristeza. La tercera es la fuerza narrativa de su obra. Reconocemos la sociedad que nos muestra aunque nunca hayamos estado allí, porque es exactamente la mirada que nos ha ofrecido el cine estadounidense. Es difícil distinguir cuánto de cine hay en Hopper y cuánto de Hopper hay en el cine. No sé si la atmósfera de Lost in translation hubiera sido posible sin Hopper. Sí sé que la casa que Hitchcock diseñó para Psicosis se inspiró en el cuadro La casa junto a las vías del tren. Sus cuadros congelan una escena, con encuadres aparentemente improvisados y nos presentan un misterio, una ambivalencia, que deja trabajar a nuestra imaginación y nuestra memoria. Supongo que ninguna de estas razones es evidente. Tal vez tengan mucho de subjetivo. A mí Hopper me ayuda a mirar la crisis desde otro ángulo. No menos crítico, sí más sereno y más profundo. Tal vez el éxito de la retrospectiva de Hopper es que, como ocurre con el buen arte, cuando aparece en el lugar y el momento apropiado, es una auténtica medicina para el alma.