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SIN CONCESIONES

Verdades sobre políticos

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura5 min
Opinión23-07-2012

Circula por Internet un cuadro sobre el número de políticos que tenemos en España y el coste que suponen para nuestros bolsillos. En total son unos 425.000, así que algún listillo comenzó a difundir un panfleto para reducir el sueldo de los dirigentes y ahorrar la nada despreciable cifra de 5.100 millones. A mil euros menos por político durante doce meses al año, la operación matemática resulta sencilla, si no fuera porque el resultado es falso. En España no hay tantos políticos y la mayoría de ellos no tienen sueldo. Primer error. Otro cuadro muy extendido en las redes sociales sí pone de manifiesto que, proporcionalmente, tenemos muchos más representantes que países con mayor población como Alemania o Francia. Así que rápidamente nos apresuramos a suponer que están ahí por enchufe y con el único fin de chupar del bote. Segundo error. Valga como ejemplo que la mayoría de los 65.000 concejales que existen en España pertenecen a pequeños municipios de menos de cinco mil habitantes, así que no tienen sueldo porque sus ayuntamientos no pueden permitírselo. En muchos de esos pueblos, los alcaldes trabajan por la mañana en sus negocios o empleos particulares y dedican la tarde libre al ayuntamiento por amor al arte. Supongo que quienes estos días se apresuran a tildar de ladrones y corruptos a los políticos con carácter general desconocen estas particularidades. Con 425.000 políticos, la propia estadística demuestra que todos no pueden ser ladrones ni corruptos. Haberlos haylos, como en todas las profesiones y algunas familias. Pero no debemos tratar al conjunto por igual. Generalizar siempre es malo e injusto. Hoy en día se tacha de ladrón y corrupto a cualquiera con demasiada ligereza. Hace una década, el mayor insulto contra alguien era tildarle de "terrorista". Pisabas una hormiga y te llamaban terrorista ambiental, te retrasabas en una factura y te acusaban de terrorismo financiero. La crisis económica nos ha concienciado en la austeridad y nos ha sensibilizado contra el despilfarro hasta el punto de emplear términos como "ladrón" y "corrupto" a la mínima de cambio. Los políticos sufren como nadie esta injusticia a pesar de que sólo unos pocos son así. Muy pocos se corresponden con el patrón que se dibuja de ellos en tantas y recientes protestas y manifestaciones. Conozco cientos de políticos a muchos niveles, desde el presidente del Gobierno a multitud de concejales, y puedo poner la mano en el fuego por la inmensa mayoría. He visto a jóvenes políticos matarse a trabajar gratis por amor al partido y, en el mejor de los casos, cobrar 600 euros al mes. En 2004 fui testigo de cómo se quedó en paro un actual secretario de Estado y, con esposa e hija pequeña, estuvo cerca de tres meses sin cobrar porque se había quedado sin escaño en el Congreso. He contemplado al ahora director de la Oficina Económica de Rajoy y muchos de los ministros viajar en clase turista como uno más. Y no olvidemos a los concejales que trabajan a cambio de una pequeñísima dieta mensual de cien euros. Esos son mayoría en España. Esos dignifican la profesión. Esos visualizan la imprescindible vocación de servicio para entrar en política. El político es un gestor, un mandatario, incluso un líder social cuando hace bien su trabajo. Forma parte de una clase dirigente que todos critican pero en la que pocos están dispuestos a participar. Cuando llegan las elecciones municipales, hasta los grandes partidos como PP y PSOE tienen problemas para elaborar sus listas en muchos ayuntamientos. No sólo ocurre en política. Un reciente informe que Adecco elaboró en 2011 pone de manifiesto que el 56 por ciento de los empleados de más de 45 años no quieren ascender. No están dispuestos a ser jefes, ni siquiera cobrando más. Si más de la mitad de los españoles rechazan un puesto de responsabilidad, ¿quiénes aceptarían ser jefes de un ministerio o de su propio país? Aquí se lleva más criticar por la espalda a los superiores y exigirles responsabilidades, pero a la hora de arrimar el hombro para proponer ideas o tomar decisiones pocos están dispuestos. Dar la cara resulta incómodo e incluso hubo un tiempo en el que estaba mal visto. Meterse en política es ofrecerte voluntario para que te partan el rostro. A la mínima, te llaman corrupto y ladrón. La nueva moda consiste en salir a la calle con pancartas en contra de todos los políticos y con el ánimo de tomar el Congreso de los Diputados. Menuda forma de demandar más y mejor democracia. En política hay muchos buenos y pocos malos. No importan los colores. Los he conocido excelentes en todos los espectros ideológicos, como Felipe Alcaraz en IU, Alfonso Perales en el PSOE e Ignacio Astarloa en el PP. Todos ellos sólidos en principios y en honestidad, capaces de entregar su vida hasta quedarse fuera del escaño e incluso morir de cáncer tras negociar la reforma del Estatuto de Andalucía. Pobre Alfonso... Así que, por favor, un poquito de respeto y rigurosidad antes de criticar. Lo dice un periodista que convive a diario con profesionales de la infornación que ganan más dinero que los propios ministros y el presidente del Gobierno. Por cierto, todo el Ejecutivo acaba de bajarse el sueldo más de un 7 por ciento. ¿Cuantos españoles estarían dispuestos a trabajar 365 días al año y comerse todos los marrones de este país por poco más de 70.000 euros brutos? Los políticos españoles están poco y mal pagados, aunque ahora les exijamos que se bajen el sueldo y ellos lo hagan para dar ejemplo. Atacarles con ese argumento sólo contribuye a que los más cualificados busquen acomodo en el sector privado y se queden al frente los menos brillantes. Puestos a criticar, critiquemos sus decisiones y propongamos alternativas. No seamos como el empleado que critica al jefe por la espalda pero se queda mudo cuando tiene oportunidad de proponerle alternativas a la cara. Tampoco cuestionemos el sistema que nos ha traído hasta aquí durante tres décadas con muchos más éxitos que fracasos. Sólo en España caemos cada cinco años en el error de querer refundar la democracia. Ya es hora de que alguien defienda a los buenos y silenciosos políticos que tenemos en este país. Y, como hacen muchos de ellos, estoy dispuesto a poner mi cara en su lugar para que me la partan.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito