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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Sacrificios

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad25-07-2012

Los no recortes del Gobierno español se han convertido ahora en "sacrificios". A ellos nos convocó la vicepresidenta Soraya Sáinz de Santamaría tras el Consejo de Ministros de la semana pasada y a ellos iremos sin remedio. Lo malo es que en política se juega mucho con las palabras y, precisamente, "sacrificio" se las trae. Aunque los fanáticos de los refranes apostaríamos en esta situación por contagiarnos del pesimismo generalizado, con un "piensa mal y acertarás", no todo sacrificio conduce a los infiernos. Quizás lo contrario. Podemos creer que lo que la vicepresidenta pedía a los españolitos es que cogiésemos a nuestros primogénitos para sacrificarlos a cuchillo. Aquí, al menos, nos queda una esperanza, pues ya sabemos que en el último segundo Dios le pidió a Abrahám que sustituyese a su hijo por un cordero. La historia nos ha dado otros ejemplos de sacrificios, concepto que podríamos definir, como aquello que tiene valor para nosotros pero de lo que nos desprenderíamos con el objetivo de alcanzar un bien mayor. Algunas culturas lo hicieron con sus seres queridos, animales o viandas para pedir a los dioses la lluvia, el final de una plaga o la extinción de un incendio. Y las pobres víctimas acababan volando por el precipicio, en una hoguera, o desangradas. Buscando ese lado positivo, también podemos entender las bondades que los sacrificios conceden al crecimiento personal. Si uno es capaz de prescindir de algo (como la simpleza de comer carne los viernes de Cuaresma), está comprobado que esa persona tendá un dominio más racional de sus impulsos más instintivos. Así que la vicepresidenta debería explicar si es a esta lectura de "sacrificios" es a lo que se refiere. Aunque también tendría que entender también que no se puede pedir todos los sacrificios siempre a los mismos chivos expiatorios.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo