ANÁLISIS DE SOCIEDAD
El deporte nacional
Por Almudena Hernández
1 min
Sociedad04-07-2012
A los españoles nos viene de fábrica la costumbre de criticar. Siempre nos gustó. Y muchas veces hasta lo hacemos con duende y gracejo. Otra cosa es encajar las críticas, pues el orgullo es lo que tiene: a quién le amarga una alabanza, un piropo, una loa más o menos merecida. Y otra cosa es la razón en la que se sustenta la crítica. No todas las críticas están justificadas ni son saludables. En primer lugar, para criticar, aunque parezca obvio, hay que tener un criterio. Y tener la cabeza amueblada, en estos tiempos de desahucios y okupación que vivimos, es a veces una excepción. Los periodistas de esto sí sabemos mucho, pues parece que sabemos de todo y apenas conocemos alguna verdad a fondo. Pero de tanto observar -que si las prisas nos lo permiten también contribuye a tener criterio- sí que podemos hablar. Y tras un paseo por las redes sociales, cualquier plumilla ha podido descubrir estos días que la masa se lanza a la yugular del más pintao con muy poquitos caracteres. Ahí está el caso de Sara Carbonero, sin ir más lejos. Pero se podría seguir por Vicente del Bosque, Mariano Rajoy, el Rey o el Papa. Pero, ¿por qué las críticas? ¿Acaso no querríamos ocupar el lugar, tener la fama, la belleza, el éxito o el poder de esa persona a la que criticamos? Además de analizar lo justa o no que es una crítica, deberíamos mirarnos más la viga que tenemos en el ojo. Y de eso todos tenemos un almacén repletito de stock que no hay Alemania que firme el rescate.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo