Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

Cambio de Rey

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión16-04-2012

Cazador cazado. El dicho vuelve a cumplirse una vez más. La excursión cinegética del Rey de España le ha salido doblemente cara. Regresó de Botsuana con la cadera rota y la imagen notablemente deteriorada. Sus 37 años de entrega y dedicación a la patria parecen haber quedado en cuestión por un tropiezo nocturno a miles de kilómetros de España. El origen de la duda no radica en el accidente sufrido en un campamento de África, ni en el papel institucional del monarca. El juancarlismo no corre peligro. La contribución política del Rey está más que demostrada. Hasta los republicanos reconocen la grandísima aportación de don Juan Carlos para consolidar la democracia en España. Sin embargo, la cacería de elefantes en Botsuana le distancia años luz de los ciudadanos en estos tiempos de crisis. En este periodo de recortes y austeridad, cuesta entender que el Rey se marche de safari con el dinero que pagamos sus lacayos. No es de recibo. Tampoco lo es que los políticos se aprieten el cinturon y renuncien a sus privilegios, pero el jefe del Estado viva ajeno a los ajustes del país. Aunque pagase el viaje con sus ahorros, olvida otro valioso refrán en la vida pública: la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, también debe parecerlo. El accidente del Rey llega en el momento más delicado para la Familia Real. Nunca estuvo tan observada y cuestionada. Cuando la traumática separación de la infanta Elena y Jaime de Marichalar parecía olvidada, el foco de la crítica pública recayó sobre el otro yerno del Rey. La implicación de Iñaki Urdangarín en el escándalo del caso Noos ha causado un terremoto dentro de La Zarzuela ante la posibilidad de que un miembro de la familia acabe en la cárcel. Luego está el disparo en el pie del nieto mayor de los Reyes. El pequeño Felipe Juan Froilán cometió una imprudencia de la que debe culparse con claridad a su padre. La caza no es para los niños. Por mucha afición que exista en la familia, no hay justificación para un error así. La tragedia podría haber sido mayor. Ahí está el antecedente del abuelo, que mató por accidente a su hermano Alfonso en circunstancias parecidas. ¿Y si ahora hubiera pasado lo mismo con la pequeña Victoria? Por suerte, no fue así. De ser una familia respetada y admirada por la inmensa mayoría de los españoles, los Borbón se han convertido de pronto en un clan con varios miembros bajo sospecha, incluso, judicial. Cuando los británicos lloraban las desgracias e insensateces de su Casa Real, en España nos enorgullecíamos de don Juan Carlos y compañía. Ahora, no tanto. El debate no es monarquía o república. Los Reyes han aportado seriedad, prestigio, diplomacia, credibilidad y admiración al nombre internacional de España. Son muchas las ventajas de tener una Familia Real cuando sus miembros desarrollan el trabajo desde la humildad, honradez, altruismo y el sentido común. Cuando deje de ser así, el debate entre monarquía o república habrá terminado y los amantes de la bandera morada habrán ganado la batalla. Hasta entonces, son una minoría extravagante y desagradecida. Los últimos acontecimientos sólo alimentan un debate que algunos partidarios de la monarquía planteamos hace años. La Jefatura del Estado no puede ser un cargo vitalicio como el del Vaticano. No es bueno para la imagen de España. Los representantes del país deben estar plenamente capacitados, con todas las facultades físicas y mentales dispuestas. La salud de don Juan Carlos siembra dudas hace tiempo y este no es momento para escepticismos. Sus operaciones de pulmón, rodilla y cadera son un síntoma. Las dificultades de movimiento son otro. Puede que haya llegado el momento de empezar a pensar en ceder el testigo al Príncipe Felipe, que ha alcanzado la madurez necesaria y dispone de preparación suficiente para tomar las riendas del país. Sería un gran gesto del Rey, tan magnánimo como el que protagonizó su padre Don Juan al cederle los derechos dinásticos el 14 de mayo de 1977. La coronación del Príncipe Felipe renovaría la institución, revalidaría el vínculo con los ciudadanos y daría un aire nuevo a la monarquía. Aunque abdicase, don Juan Carlos seguiría trabajando a buen seguro por España pero sin generar incertidumbre con cada susto de salud. Padre e hijo formarían un tándem aún mejor para encabezar España ahora que tanto liderazgo nos hace falta. No es necesario un cambio inmediato. Pero sí empezar a preparar una transición que pueda pilotar el actual monarca.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito