Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

Un fallo de comunicación

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión25-04-2012

"Es un error de imprenta". "El fallo es de comunicación". Son dos argumentos demasiado recurrentes cuando surge un problema en una organización. En realidad, son vulgares excusas. Ambos se sustentan en la vieja triquiñuela de matar al mensajero. Lo fácil es culpar al intermediario. Lo difícil es asumir la equivocación propia, depurar responsabilidades y aplicar el remedio. Hacer eso requiere demasiado trabajo y mayor valentía. En la política resulta aún más frecuente la práctica de desviar hacia otro el pecado. En apenas tres meses de mandato, el Gobierno de Mariano Rajoy ya ha caído en esta fea conducta. A la mínima adversidad, a la primera muestra de desapego con la ciudadanía, han aparecido voces muy cobardes que apuntan con el dedo inquisidor a un "fallo de comunicación" de La Moncloa. Dicen que el Ejecutivo no explica bien las reformas, cosa lógica cuando el propio presidente huye de los periodistas en el Senado y escapa de las cámaras por el garaje. Ese no fue un fallo de comunicación, sino una absoluta falta de respeto de un dirigente que lleva 30 años en política pero que, en algunas ocasiones, se comporta como un novato que acaba de afiliarse. El equipo de prensa de Rajoy no es culpable de ese ni otros errores. Quienes le hemos perseguido durante ocho años conocemos su manera de ser y de actuar. El trato con los medios de comunicación nunca ha estado entre sus virtudes. En privado se muestra cercano, atento y respetuoso. Pero la cosa cambia en público. Cuando tiene delante una cámara o un micrófono, se pone tenso. Entonces, puede ocurrir cualquier cosa. Como sucedió en el Senado. Sus asesores de comunicación, lejos de ser culpables, le instruyen y aleccionan para corregir este defecto. Pero, a sus 57 años, es difícil cambiar a Rajoy. En su perspectiva sobre la comunicación, posiblemente sea imposible. Error de comunicación es cualquier fallo cometido en la elaboración o difusión del mensaje. Puede ser por exceso de ruido, porque el emisor no se explica correctamente, por un código inadecuado para componer el mensaje, porque el receptor no está del todo atento, incluso porque hay interferencias en el canal. En absoluto es error de comunicación cuando no existe mensaje, cuando está poco definido o cuando simplemente se improvisa. Todo esto es lo que le sucede al Gobierno y así lo reconocen algunos de sus responsables. Existen quejas internas en el Partido Popular y en el propio Ejecutivo. Rajoy les ha pedido a todos ellos un esfuerzo de pedagogía para que defiendan las reformas. Quiere que los españoles se convenzan de que sus recortes son, en realidad, ajustes para equilibrar las cuentas del país y lograr que la economía vuelva a crecer. No deja de ser paradógico que el hombre que apenas se explica exija a sus fieles que salgan a la calle a explicar lo que él ni siquiera es capaz con claridad. Algunos allegados reconocen que el presidente está tan obsesionado con la gestión de la crisis que se ha olvidado de componer un discurso que permita comprender sus medidas. Le preocupan tanto las reformas que parece renunciar al discurso político. Es como si, en apenas cien días de mandato, hubiera olvidado el principio de "campaña electoral permanente" que rige la comunicación política del siglo XXI. Algunos dirigentes populares admiten que en La Moncloa no hay nadie dedicado a elaborar un mensaje porque Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría están entregados a coordinar las reformas. Al parecer, no hay maitines como Aznar convocaba cada lunes cuando era presidente. Tampoco había reuniones semanales hasta ahora en el partido, lo que ha convertido el edificio de la calle Génova en un ministerio fantasma repleto de funcionarios. Cuando a Rajoy le han advertido del problema, ha creído que bastaba con pedir a los suyos que salieran a la calle a hacer propaganda. Pero en el Gobierno están demasiado ocupados para pensar en cómo vender sus recetas económicas y en el partido están tremendamente desconectados y parados para diseñar una estrategia. A Carlos Floriano le han dejado en ridículo dos veces desde el Gobierno cuando ha intentado defender en público a Rajoy. Pone la cara y, encima, se la parten al pobre. El problema no es de comunicación, sino de acción política. No hay discurso propio, no hay iniciativa, no hay mensaje con el que elaborar una estrategia, no hay directrices de contenido desde arriba del todo. Se percibe especialmente cuando comparece el propio presidente. Sus palabras duran lo que el titular de un periódico. No hay novedad en ellas, ni originalidad ni táctica. Así, aunque las medidas aprobadas sean las correctas, pocos las entienden. Los votantes socialistas han olvidado en apenas cuatro meses la desastrosa etapa de Zapatero. Entre los votantes del PP, el descontento es cada vez mayor. Si ahora hubiera elecciones generales, la mayoría absoluta de Rajoy estaría en peligro. Y sólo han pasado cuatro meses.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito