Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

EL REDCUADRO

James Bond en adobo

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión08-04-2002

Ahora que ya han pasado más de veinte años puedo confesarlo. Yo también mangué viaje a Cuba, como todo hijo de vecino, como todo concejal de Cultura. Mas al contrario de lo que se estila, no fui convidado por el Gobierno castrista ni me pagó el viaje mi Consejería de Cultura. Fui invitado, que todo hay que decirlo, por Viajes Ecuador, pionera de la promoción de Cuba como destino turístico para los españoles, cuando aquello estaba de soviéticos hasta la corcha y Fidel Castro aún albergaba el sueño de la gran zafra: cortar con su machete mambí todas las democracias en Sudamérica. Estuvimos en La Habana, en Santiago, en el inevitable Varadero un grupo de periodistas españoles a mesa de langostas y mantel de compañeros gastronómicos sirviéndonos como a viceministros rusos. A la vuelta, en un Tupolev de Cubana de Aviación, cada cual iba comentando lo que iba a escribir: "Pienso hacer una crónica del sobrecumplimiento del plan quinquenal en los salones de limpiabotas de Santiago", decía el uno, en el lenguaje marxista entonces de moda. "Pues yo, sobre las condiciones objetivas de los medios turísticos de producción en esta revolución con palmeras", decía el otro. Servidor, liberal de 1812, callaba. Hasta que el caballo blanco de la agencia convidante me preguntó qué pensaba escribir. -- No sé --le dije--. Quizá las "Habaneras de Cádiz"... Para qué las escribí. Igual que le dije a Beni de Cádiz que no era un cantaor, sino un filósofo, y se volvió loquito al creérselo, a la ciudad natal del Beni le dije que es La Habana con más salero y no sólo se lo creyó, sino que desde entonces representa perfectamente su papel de sucedáneo cubano. Ahí me la tienen ahora, gloriosamente disfrazada de La Habana, en la piriñaca cinematográfica del Agente 007. Con esa película, el mundo conocerá lo bonita que es esa novia que uno tiene y que se llama Cádiz. Pero me gustaría más que fuera conocida como tal Cádiz, no con su disfraz habanero. No desespero. Cádiz ha obrado el milagro de que James Bond descubra las excelencias del cazón en adobo. Espero que en la película salga Pierce Brosnan comiendo cazón en adobo ante la plata quieta de La Caleta, para que se sepa que aquello es Cádiz, no La Habana. A ver si así pronto consigue el mundo libre que las películas sobre La Habana se puedan rodar en La Habana y no en mi Cádiz de la habanera. Eso sí que será señal de que Cádiz y La Habana respiran el mismo aire. El de la libertad.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor