CREAR EN UNO MISMO
Atrapados en el tiempo
Por Álvaro Abellán3 min
Opinión05-03-2012
Han pasado cinco meses desde el primer cineforum que hice con mis alumnos de 1º de Grado en Periodismo en la Universidad Francisco de Vitoria. Nuestro primer reto fue analizar El Show de Truman. El viernes pasado comentábamos Atrapado en el tiempo (sí, la del día de la marmota) y en los minutos iniciales de la clase fui interrumpido por el grito: “¡Ha muerto Hugo Chavez!”, seguido del previsible revuelo de la clase. Traté de llamar al orden y una alumna, contestó: “¡Es que somos periodistas!”. La frase contenía una lectura a un tiempo humorística y terrible, y como el primer sentido había sido captado por todos, decidí destacar el segundo: “¡Precisamente por eso! Debemos aprender a distinguir qué tiempos son para qué cosas, y no dejarnos llevar por el vértigo informativo mundial”. En esa misma universidad aprendí hace tiempo de Javier Reyero (¡cuánto echamos de menos su buen hacer en el periodismo deportivo!) que el gran periodista es un profesional, y eso le exige distinguir qué tiempo invierte en qué cosas, cuándo estar concentrado en algo (allá se caiga el mundo) y cuándo toca estar de guardia (a la espera de la noticia). Sólo cuando el periodista se sabe parte de un equipo (y no se cree el ombligo del mundo) es capaz de ordenar su vida conforme a este doble criterio. Pasamos el resto de la clase analizando la película de Harold Ramis, protagonizada por un hombre del tiempo que queda atrapado en el mismo día una y otra vez, incapaz de salir del eterno retorno de lo idéntico en que había caído precisamente por su modo de entender su profesión y el conjunto entero de su vida. Fue admirable ver que en cinco meses, al ser preguntados por una película, mis alumnos han sido capaces de pasar del “mola” o el “no me ha gustado” a plantear temas de fondo y las posibles respuestas que ofrece la película en cuestión. Han aprendido a ver una misma realidad con otros ojos precisamente porque han sabido invertir bien parte de su tiempo en aprender a hacerlo. Entre las reflexiones más sugerentes que extrajeron de la película, quiero compartir brevemente dos. La primera, sobre la rutina: cuando nos vemos avocados a repetir varias veces las mismas cosas, podemos adoptar dos actitudes bien distintas, el hartazgo y aburrimiento que desemboca en una actividad mecánica; o el reto de superarnos hasta lograr la perfección en esa tarea. La segunda, sobre los obstáculos de la vida: podemos enfrentarlos como problemas (lo cual es reactivo, poco motivador y reduce nuestro horizonte de vida a evitar que las cosas acaben con nosotros) o vivirlos como parte de nuestro proyecto vital (lo que nos convierte en protagonistas, nos llena de motivación y amplía nuestro horizonte de vida al reto de crear en nosotros mismos toda la grandeza que podemos llegar a alcanzar). Al final de la clase, creo que todos aprendimos (o reaprendimos) media docena de cosas importantes para nuestra vida. Seguramente, mucho más importantes en el ámbito personal que las que hubiéramos aprendido de seguir vía internet el inesperado e incierto fallecimiento de un dirigente político. Otro alumno esperó al final de la clase para gritar: “¡No ha muerto, falsa alarma!”. Fue, quizá, el mejor colofón para reflexionar sobre el riesgo de malgastar nuestra vida quedando atrapados en el tiempo sin hacernos dueños y protagonistas de nuestra propia vida.