SIN CONCESIONES
¿Reforma de empleo o despido?
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión13-02-2012
Con más de cinco millones de parados, España necesitaba una reforma laboral. Resulta tan evidente como un axioma. La urgencia justifica la vía del decreto ley elegido por el Gobierno. Esta vez sí. En 2002, el Ejecutivo de José María Aznar también aprobó otra reforma laboral mediante decreto ley y los sindicatos respondieron con una huelga general. El PSOE de Zapatero lo bautizó como el "decretazo". Fue el comienzo del declive del Partido Popular. Ahora, ya sin Zapatero, el PSOE recurre a la misma perorata. El PP, otra vez en el Gobierno, recupera la reforma laboral que no se atrevió a poner sobre la mesa en aquella ocasión por miedo a un levantamiento social que, al final, no pudo evitar. Esta vez no hay reparos ni complejos. La reforma laboral es amplia y profunda, como dice la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Agresiva, incluso, en palabras del ministro Luis de Guindos. Es verdad. La reforma ha propiciado una pelea dialéctica. El Gobierno la define como la reforma del empleo. La oposición la considera la reforma del despido. Por desgracia, la batalla política vuelve a soterrar la prioridad social. Los más de cinco millones de parados quieren soluciones, no una lucha partidista. Los más de cinco millones de parados anhelan un empleo, sin importarles la letra de la reforma laboral. A los más de cinco millones de parados no les preocupa que se abarate el despido si ellos consiguen un trabajo. El millón de familias que tiene a todos sus integrantes en la lista del INEM estará satisfecho si uno solo de ellos consigue una nómima gracias a esta reforma laboral. La realidad del país permite pocos debates ideológicos. Son tiempos para el pragmatismo, para la acción rápida y para las soluciones, con independencia del método. Tras cuatro años de intensa crisis económica y con más de cinco millones de parados, este puede ser uno de los pocos momentos en los que el fin justifica los medios. O casi. La reforma laboral pretende crear empleo ante todo. Por eso, concede 3.000 euros al autónomo que incorpore a su primer trabajador, promociona la contratación de jóvenes, permite cobrar al mismo tiempo un sueldo y la prestación de paro, potencia la formación del trabajador y flexibiliza la organización de las empresas. Hasta aquí busca crear empleo. Pero eso no significa que baje el paro. La supuesta reforma laboral del empleo contiene un gran número de medidas que facilitan el despido. Agiliza los Expedientes de Regulación de Empleo (EREs), amplía el despido objetivo, permite echar trabajadores por un simple descenso de ingresos y rebaja las indemnizaciones. Es decir, es más fácil y más barato reducir plantilla a partir de ahora. La reforma laboral parece buena para los más de cinco millones de parados pero mala para los más de dieciseis millones de personas que aún tienen trabajo en España. Si el Gobierno realmente quisiera crear empleo, hubiera bastado con la primera parte de las medidas. Las otras auguran un rápido auge del desempleo. Pronto llegaremos a seis millones de parados. Los tiburones de las finanzas y la precariedad laboral salen ganando con esta reforma laboral. Cuanto menos, preocupante.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito