Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE CULTURA

Biblioteca Nacional, gusta lo añejo

Fotografía

Por Marta García BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura19-12-2011

Pasear delante del mausoleo de reliquias literarias, el cuarto lugar en riqueza patrimonial del mundo, nos transporta a otro mundo 300 años atrás, pero mucha gente no conoce el inmensurable valor de su interior: de los más de 28 millones de publicaciones que guarda en sus 250 kilómetros lineales de estanterías tanto en su sede de Recoletos como Alcalá de Henares. Imagine despertar un frío enero de 1716. Por aquel entonces y por privilegio real, todos los impresores tenían que entregar un ejemplar de su publicación a la Biblioteca, fundada por Felipe V cinco años atrás. La idea era que sus súbditos estudiaran, además de alojar las bibliotecas de los nobles que emigraron para luchar en apoyo de Carlos de Austria. Con el paso de los años, la institución ha ido albergando joyas literarias con mucha historia entre sus páginas: relatos como los de Miguel de Unamuno y su De Fuerteventura a París, escrito en la isla durante su exilio; o uno de los poemas de Miguel Hernández, que el autor escribió desde la cárcel. Eso en cuanto a libros, porque también se hallan los negativos de los primeras fotografías tomadas en países como Egipto; el archivo de la Guardia Civil con más de 70.000 fotografías o el primer ordenador portátil usado en la Biblioteca, que en 1996 costó un millón de pesetas. Introducirse en el panteón literario significa perderse entre la historia. El Salón General de la Biblioteca esconde muchas curiosidades entre sus paredes. He allí los tomos editados a partir de 1830, pero también se puede encontrar ejemplares anteriores en su depósito general: 12 pisos, nada menos que 78 kilómetros de volúmenes en los que la temperatura y la humedad están medidas al detalle. Entre todos suman 10.000. El más consultado, la Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano-Americana. Volver al pasado es tan fácil como sacarse el carné de lector, sentarse en uno de sus 309 pupitres, disfrutar del silencio, del olor a libro antiguo en un monumento que presume de sus 300 años de historia.

Fotografía de Marta García Bruno