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CREAR EN UNO MISMO

Twitter: crear tu plaza pública

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión11-12-2011

El ágora, la plaza mayor, la corrala, el patio de gentiles, el café, el casino, el club social y un largo etcétera han sido los ámbitos tradicionales de socialización entre los hombres desde hace siglos. En ellos se ha desarrollado una de las actividades específicamente humanas, que, además, es la que hace humano el resto de nuestro quehacer: la conversación. Es en el diálogo, más o menos informal o técnico, donde el hombre descubre y aprende lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo conveniente y lo inconveniente, y, quizá lo más importante: lo que no quiere ser, lo que quiere ser, y con quién quiere serlo. Hasta hace muy poco, esa gran plaza pública (léase en esa expresión cualquier otro ámbito de conversación donde uno se hace presente en la vida pública) estaba condicionada por limitaciones espaciotemporales, socioculturales y económicas muy marcadas. Cada uno tenía la suya, había poco más donde elegir, y, de apostar por otra, los esfuerzos para acceder a ella eran realmente desalentadores. Además, no era suficiente llegar allí. Había que encontrar a las personas adecuadas en el momento adecuado y ser introducido formalmente en las conversaciones. Twitter no sólo resuelve informal y rápidamente todos esos problemas, sino que además, en pocos minutos, podemos sentarnos a la vez en todas las mesas donde están las personas a las que queremos escuchar, como si lográramos sentarlos a todos -y sentarnos con ellos- en una sola mesa. Eso, naturalmente, no nos ahorra el resto del trabajo, aunque lo simplifica: debemos presentarnos adecuadamente (diseñar nuestro perfil), escuchar, intervenir en el momento oportuno, crear lazos entre nosotros -o entre los tertulianos que queremos que dialoguen-, contestar cortésmente cuando somos interpelados y lograr que aquellas conversaciones resulten significativas, creativas y luminosas durante el resto del día o, tal vez, durante toda nuestra vida. También es cierta otra cosa: Twitter, como la plaza mayor, es un lugar público. Potencialmente, puede sentarse a nuestro lado, escuchar lo que decimos e intervenir en la conversación cualquier persona, desde cualquier rincón del mundo, sin que nos dé tiempo a verla llegar. Cualquiera puede, también, sentarnos a su mesa; y guardar en su memoria el peor de los comentarios que hicimos un mal día. Hay a quien no se siente cómodo con esto. Pero basta saber distinguir qué se puede decir al mundo y qué conviene guardar para la intimidad. En cualquier caso, tanto en el ámbito público como en la intimidad, los sabios aconsejan una misma cosa: habla y actúa siempre como si los dioses te estuvieran mirando; pues de esa forma tu vida será recta y feliz siempre. La ventaja de dejarnos escuchar por muchos otros (hablo como profesor, periodista y tuitero) es que podemos recibir consejo, confirmación, matización o corrección, y ser así liberados del error y enriquecidos con la experie ncia de otros. Es verdad que las conversaciones en Twitter son, muchas veces, una mezcla de desahogo, superficialidad, narcisismo, diálogos de besugos, autobombo, monólogos cruzados, caos y desencuentro. Como en cualquier otro lugar de conversación tradicional. Pero tanto en la vida real como en Twitter hay conversaciones y tertulias geniales que merecen la pena. Si te animas, allí te espero (@AlvaroAbellan).

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach