ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Irán ya tiene experiencia en estas lides
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional05-12-2011
Las relaciones diplomáticas entre Reino Unido e Irán no han sido especialmente buenas desde hace 30 años, pero aun así existían. Sin embargo, lo ocurrido durante los últimos días supone un distanciamiento que dificulta la convivencia política. El reciente asalto a la embajada británica en Teherán demuestra, una vez más, la fuerza que tiene el régimen del ayatolá (líder supremo), Ali Jamenei. Este ha sabido hilar un discurso patriótico islamista y manejar a las masas sociales según convenga a sus intereses. En esta ocasión miles de personas protestaban contra las sanciones impuestas por Londres al programa nuclear iraní. La manifestación terminó con cientos de jóvenes arrasando la legación diplomática ante la pasividad de las Fuerzas de Seguridad, que horas después disolvieron los disturbios. Este suceso ha provocado que Reino Unido expulse a los representantes iraníes en territorio británico y que otros países reduzcan la representación que tienen en Irán. Lo ocurrido en Teherán no es nuevo (ya pasó en 1979 con la crisis de los rehenes en la embajada de Estados Unidos) y puede volver a suceder cuando el régimen de Jamenei lo crea conveniente. Se trata de una medida de fuerza que desconcierta a las potencias occidentales y cuya solución pacífica no es sencilla. El programa atómico que desarrolla Irán desde años provoca recelo en la Comunidad Internacional. El Gobierno de Mahmud Ahmadineyad (también islamista) siempre asegura que sus planes nucleares tienen fines pacíficos. Aun así, es normal que haya desconfianza si se toman en consideración el contexto histórico iraní y las declaraciones de Ahmadineyad en las que niega el Holocausto y pide borrar a Israel del mapa. De momento, las sanciones no han surtido efecto e Irán sigue adelante con su programa. Las nuevas medidas adoptadas han tenido como respuesta el asalto a la embajada británica y una demostración de fuerza. Los organismos internacionales tienen una difícil papeleta en este caso. O bien aumentan la presión a Irán (con el consiguiente incremento de la tensión, que puede tener consecuencias descontroladas) o bien permiten que el régimen iraní culmine su proyecto atómico (intentando supervisarlo en la medida de lo posible) y confiar que sea con fines pacíficos. Tomen la decisión que tomen, en ambos casos hay que asumir riesgos.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD