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ANÁLISIS DE CULTURA

Objetivo: salvar la tradición

Fotografía

Por Marta García BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura26-09-2011

Humanizar a los animales. Deshumanizar a las personas. ¿Era necesario romper con una tradición española en Cataluña como son los toros? Un siglo de la historia de España en Barcelona no se comprende sin esta fiesta, que forma además una pieza clave de nuestra estructura social, y no hace falta ser un asiduo a las plazas. Y lo es en Cataluña al menos desde 1387, cuando el Rey Joan I organizó la primera corrida de toros en Barcelona. Y es desde el año 1916 cuando los españoles han vivido en la Monumental momentos tan memorables como la presentación de Manolete, que la pisaría 70 veces en su vida, o la tarde en la que José Tomás indultó a Idílico, de la ganadería de Núñez del Cuvillo en 2008. El 25 de septiembre, el día del adiós a la plaza, el mismo José Tomás, el último gran ídolo, se despedía con gran pena con su última corrida en Barcelona. Para los antitaurinos, la del pasado domingo fue un paso más. ¿Nos hemos dejado llevar por el dramatismo exagerado? El pasado 28 de julio de 2010, el día de la prohibición, Artur Mas declaró que se había llegado a esta situación para garantizar un futuro mejor para los jóvenes. Pero olvidó que ese porvenir ya está lastrado por otras desgracias del momento actual, como es “presumir” de casi un 50 por ciento de paro. Poco mejorarán las cosas con la prohibición de los toros, por no decir que como mucho se perderán más puestos de trabajo. Sin que se dilapidará parte del reclamo turístico de la ciudad. Y tomar esta decisión, en momentos de crisis, en un craso error. El coste del cierre de la plaza de la Ciudad Condal ronda entre los 300 y los 500 millones de euros. Entretanto, ¿por qué no prohibir también los Correbous, tradición centenaria en el sur de Cataluña y que nadie se ha atrevido a tocar? Los políticos sostienen un argumento fácil: en esta fiesta los toros no mueren. En una corrida en la Monumental sí. Pero cabe recordar que sufren en mayor o menor medida, que se les zarandea con palos, que se les ata pies y rabo, que se les colocan bengalas en los cuernos. Pese a la indiscutible salvajada y en una demostración insultante de hipocresía, la misma Cámara que dictaminó que a partir del 1 de enero de 2012 no haya más toros en Cataluña, sí permite este festejo popular. Mientras Francia reconoce los toros como bien de interés cultural, en España toca luchar a través de un recurso en el Tribunal Constitucional y una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que promete un camino tedioso para poder proteger la cultura española.

Fotografía de Marta García Bruno