SIN CONCESIONES
No depender de los bancos
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión26-09-2011
Que los bancos son los grandes culpables de esta crisis económica es un dogma difícil de derrumbar a estas alturas. Sus beneficios multimillonarios resultan una falta a la solidaridad y una ofensa moral mientras cientos de miles personas han perdido su empleo e incluso han padecido que las propias entidades financieras les embargasen sus casas por impago. Antes regalaban el dinero a cualquiera para enriquecerse a través de los préstamos. Ahora oprimen a las familias y las empresas porque el grifo del crédito lleva cerrado demasiado tiempo. Además, pagan pocos impuestos en comparación con las plusvalías que cosechan. Cobran comisiones abusivas por servicios que presta un sistema informático. Para colmo, cuando alguno de ellos ha atravesado el más mínimo problema, el sistema ha tenido que inyectarles miles de millones de euros porque no puede permitirse su quiebra. Da la sensación de que si caen los bancos, caemos todos. Con estas bases, es lógico y comprensible que la izquierda haya emprendido una batalla ideológica -que no económica- contra las entidades financieras. La IU de Gaspar Llamazares y Cayo Lara ha recuperado la antigua idea de crear un impuesto a las transacciones bancarias. El PSOE de Rubalcaba promete ahora que la hipoteca sea completamente cancelada si una entidad financiera se queda con tu casa. Hasta el Movimiento 15-M plantea otros castigos para los bancos como máximos responsables de la crisis que padecemos. Todos ellos critican el exceso de poder actual de los banqueros en el capitalismo, hasta el punto de que el propio sistema parece arrodillado ante quienes reparten el dinero. Parte de razón no les falta. La contradicción radica en que, a la vez, la izquierda propone elevar el gasto público para incentivar el consumo, la creación de empleo y el consiguiente crecimiento económico. La solución sería realmente buena si no ahondara en el problema de fondo. Pero de eso no se dan cuenta. El principal riesgo de países como España radica actualmente en sus dificultades para refinanciar la deuda. Es decir, debe mucho dinero a los bancos y necesita que le presten más dinero para pagar los vencimientos. La consecuencia directa e inmediata es que cada día que pasa somos todavía más dependientes de aquellos ricos acaudalados a los que tanto criticamos. Con esta política económica, el deseo de la izquierda de reducir el peso de los bancos en la escena internacional va camino de convertirse en una utopía. El poder de las entidades financieras y de los especuladores resulta cada vez más gigantesco. Únicamente bajará cuanto mayor independencia económica tengan los Estados. Sucede igual que con las familias: tiene menos sobresaltos la que terminó de pagar su hipoteca y saldó sus cuentas con la oficina bancaria que quien pidió un crédito para comprar la casa, otro para cambiar de coche y hasta un tercero para marcharse de vacaciones a Disneylandia. Esta crisis económica ha puesto de manifiesto las duras consecuencias de una política alocada de gasto, de déficit y de endeudamiento continuado. Quien debe 100.000 euros al banco no resuelve el problema quemando el cajero de su barrio, sino ahorrando cada día para amortizar el crédito. La lección que ya deberíamos haber extraído todos, especialmente quienes más atacan a los bancos, es que el truco para que los Estados no caigan presos de sus tentáculos consiste en no depender de ellos. La mejor receta posible es la austeridad, el déficit cero y la contención del gasto. Es decir, la que cada uno de nosotros aplicamos en nuestra casa.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito