ROJO SOBRE GRIS
Antígona sobre arena gris
Por Amalia Casado1 min
Opinión04-09-2011
Pensé que aquel escenario sería siempre así; que había sido siempre así y que no podría ser de otra manera, actuase quien actuase. Era la luz temprana. A la sombra aún se desperezaba el frescor de la noche, pero los rayos del sol habían calentado la piedra. El suelo estaba cubierto de una suave arena gris; me quité las sandalias y arrastré los pies obligándole a que me acariciara. Recorrí la escena de lado a lado. La repasé por sus costados. Salí. Entré por el acceso lateral. Salí de nuevo. Entré esta vez por la escalinata central, descendiendo descalza, con los brazos en alto, mirando al frente hacia el centro de esa grada tan imponente como mesurada. Mérida. Emérita Augusta. Su teatro me ha regalado este verano una experiencia para siempre. Sólo descalzo se puede caminar sobre piedras que han contemplado más de 20 siglos de historia. El eco incandescente de cientos de Antígonas resuenan sin cesar: “Estos son los términos de la cuestión: ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres antepasados”. Levantar la mirada después y ver el cielo sintiendo al tiempo el polvo de arena bajo los pies. ¿Tan divino y tan humano como la vida? El teatro; el buen teatro. Cuánta basura se rotula con esa palabra: debería actuarse más a la intemperie. Y descalzo. Y a gritos. Rojo sobre gris al teatro. A esa conexión cósmica del hoy, el ayer y el mañana que confluyen en el hombre y su misterio. A las piedras que hablan; a quienes las cuidan para que perduren; a quienes tienen algo que decir; a quienes se callan en caso contrario. Y a quienes hacen honor a su linaje. El 20 de noviembre medirá cuánto nos queda de Antígona.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo