SIN CONCESIONES
Ser el número uno
Por Pablo A. Iglesias2 min
Opinión04-07-2011
Es difícil ser el número uno. Pero más difícil es mantenerse en lo más alto. Es la lección que siempre aprenden los mejores cuando colman sus sueños. Creen que la batalla ha culminado al alcanzar la meta más alta. Pero en realidad es ahí donde comienza el reto inalcanzable. Los adversarios desaparecen y el verdadero rival es uno mismo. Es entonces cuando los maestros pueden distinguirse de los genios, los únicos, los elegidos, los mitos. Porque, en cualquier faceta de la vida, ha habido muchos número uno. Pero no todos se convierten en leyenda. Hace falta algo más, algo más allá de la excelencia. Rafa Nadal ha sido un número uno en los últimos años. Daba muestras de ser el mejor mucho antes de convertirse en tal. Tardó más tiempo del debido, del deseado o del esperado en ponerse al frente del tenis mundial. No era fácil derrotar al mejor de todos los tiempos, a una leyenda viva y aún en ejercicio como Federer. Por eso, cuando Nadal alcanzó lo que tanto ansiaba, rindió pleitesía a su oponente. Sabía que, más importante que ser el mejor, era superar al mejor de los mejores. Eso se llama humildad. Paradógicamente, suele ser la virtud que encumbra a las estrellas hasta convertirlas en leyendas universales. La humildad es la mejor maestra de la vida. Enseña a trabajar con esfuerzo cada día. Enseña a mantener los pies en la tierra tras cualquier triunfo. Enseña a reponerse tras la derrota. Enseña a respetar al contrario. Enseña a reconocer los defectos propios y valorar las virtudes ajenas. Enseña a avanzar paso a paso, sin atajos peligrosos con toda clase de trampas para el éxito. Enseña a contener las ambiciones. Enseña a ser fiel a uno mismo. Enseña a querer las pequeñas cosas. Enseña a despreciar los elogios y a los aduladores. Enseña a tener memoria: de quién eres y de dónde vienes. Enseña a no perder la cabeza. Nadal tuvo todo eso y lo mantiene. Es lo que verdaderamente lo hace, no grande, inmenso. Lo demuestra la sencillez con la que llegó al número uno y con la que lo cede a Djokovic. Su mayor éxito no está en los triunfos deportivos, sino en ser como es. Las personas necesitamos líderes, referentes a los que admirar. Son espejos en los que nos miramos y observamos la grandeza de la condición humana. Pero sus éxitos profesionales no siempre están acompañados de una excelencia en la conducta. En España, tenemos la fortuna de contar con grandes deportistas como Nadal, Indurain, Gasol, Del Bosque, Iniesta... Todos ellos tienen un grandísimo elemento en común. Y no es precisamente el éxito profesional. Hay algo más hondo, mucho más importante que les hace inmensos.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito