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ANÁLISIS DE CULTURA

Guerra Civil en 2011

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura30-05-2011

No estamos en 1939. Estamos en 2011. Pese a la diferencia de años, seguimos en las mismas. Ahora no hablamos de quitar estatuas de aquí o allá. Tampoco de remover la tierra para levantar heridas curadas o casi. Y digo casi porque el último episodio vivido en esta historia española que no olvida demuestra que todavía queda por sanar. La frase clave es “montó un régimen autoritario pero no totalitario”. Se refiere a Francisco Franco, y aparece en el Diccionario Biográfico Español, editado por la Real Academia de la Historia. Pese a su carácter ilustre, se cuestiona el funcionamiento de este organismo. Vivimos una época en la que todas las instituciones, por importantes que sean, se cuestionan, muchas veces por una razón más que real (pero esto daría para muchos artículos más). Varios historiadores se han echado encima de sus redactores, incluida la ministra de Cultura, por no usar el término “dictador” para completar la entrada bibliográfica. Y es que el académico Luis Suárez (patrono de la Fundación Francisco Franco) le describe como “Generalísimo” o “Jefe de Estado”. Otros han aprovechado para quejarse: Paul Preston reprocha el por qué no se le llamó a él y sí a Stanley G. Payne. “Él es más extranjero que yo”, argumenta. Queda por lo tanto claro que la base ideológica y a lo sumo política están muy relacionadas con esta “guerrilla”, en la que la Real Academia de la Historia, y en concreto su presidente, echa balones fuera: “Son responsables los autores”, no la Academia. ¿No es un todo? ¿Se han encargado los artículos a base de “dedazos”, expresión tan usada estos días? Estas son las consecuencias inevitables de una guerra que no se olvida: la neutralidad es difusa. Pero volvemos al principio. En pleno siglo XXI, el rigor científico debe quedar por encima de rencillas políticas, para evitar que se cuestione la profesionalidad de una institución tan ilustre como es la Real Academia de la Historia. Algunos autores argumentan que la historia no es una ciencia positiva, que los textos se escriben dependiendo de los datos en los que cada autor se basa. O sea, que los historiadores están convencidos de lo que dicen, pese a que pueda existir cierta “subjetividad”.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press