Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ROJO SOBRE GRIS

¡Plas, plas!

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura2 min
Opinión30-05-2011

Genial, genial. Ha sido una de esas cosas perfectas, redondas, fascinantes, que te alegran por unos instantes y casi hasta te hacen llorar. Quizás suene exagerado, pero es que me ha encantado. Estábamos en misa, en el momento de cantar el santo. Es un tema musical muy animadillo, y el coro lo canta muy bien. Es un coro de chicos jóvenes, que cantan con guitarras. Era la misa de ocho y media de la noche. Al sacerdote le acompañaba un monaguillo, un niño de unos… ¿8 o 9 años? Más o menos. Ideal. Muy salado, vestido con su atuendo de monaguillo y muy propio. El caso es que este niño, en medio del estribillo, ha hecho lo que hacen en la misa de los niños y que no hacemos en las de mayores: dar dos palmas en un momento dado: “¡Plas, plas!” Se han escuchado en toda la iglesia. Dos palmadas. El pobre se ha quedado paralizado al darse cuenta de que sólo él las había dado, con la cara descompuesta miraba al sacerdote, que le ha hecho una carantoña en la cabeza para tranquilizarle. Entonces ha llegado el momento de cantar el estribillo otra vez. El sacerdotese ha inclinado y le ha susurrado algo al chiquillo. Se ha erguido de nuevo, y en el momento oportuno…: “¡Plas, plas!”, ha dado dos palmadas él, dos palmadas bien sonoras, dos palmadas quitavergüenza, dos palmadas que decían: no te has equivocado, hijo, estoy contigo. Ánimo, adelante, no pierdas la inocencia. Y todos hemos acabando haciendo lo que hacen en la misa de los niños: dando palmas en el Santo. Qué arte. No me digan que no es perfecto, redondo y emocionante. Un sacerdote sensacional, entregado a cada instante de la misa, a cada cosa que sucede, sensible para captar la necesidad de sentirse apoyado de un niño, y con la creatividad, sencillez y libertad para encontrar la manera de convertir ese momento en una especie de abrazo invisible de toda la comunidad, en un acierto, en una oportunidad, en una experiencia de cómo una persona puede transformar, con dos palmadas oportunas, el ánimo, el ambiente y la experiencia de familia que puede ser la misa. Así que olé. Rojo sobre gris a este cura y a su monaguillo.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo