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ANÁLISIS DE CULTURA

Los Goya en catalán

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura14-02-2011

El protocolo es el protocolo. Más de uno sintió en su propia piel la incomodidad que pudo sentir Alex de la Iglesia cuando posó con la ministra de Cultura y demás representación gubernamental en la gala de los Goya. No sé si es cosa de una después de todo lo que ha pasado, pero la cara del director transmitía de todo menos complicidad con Ángeles González-Sinde. Pero el trabajo manda y por eso se sentaron juntos durante toda la noche. Juntos, pero no revueltos. Con la solemnidad propia de un profesional, el actual presidente de la Academia del Cine se despidió de los asistentes. La Ley Sinde, la revolución de internet, y como consecuencia el cambio de tendencias han dado un vuelco al cine español. Pero me quedo con una frase del cineasta: “internet no es el futuro, es el presente”. Da miedo entonces pensar qué nos depara en el futuro y su efecto en la Industria del cine. Los Anonymous, ataviados con sus máscaras a lo V de Vendetta, dejaron fe de su presencia. ¿Y qué más da? La Ley seguirá adelante, y los ciudadanos tendrán que ir más al cine, aunque el desempleo en su público estrella, el juvenil, esté en un 43 por ciento. Aunque el precio de una entrada de cine suba como la espuma y las palomitas y Coca-cola valgan más que un menú con solomillo. Las sensaciones en la noche del cine español eran las siguientes: Guerra Civil hasta en la sopa y mucho catalán (es la primera vez que una cinta en este idioma se alza como la gran ganadora de los Goya, Pa negre). Javier Bardem se ha convertido en el actor más premiado de la historia de los Goya. Hurra por él y su familia, aunque ante los periodistas sea “más seco que la mojama”. Alex de la Iglesia se va con sabor amargo, como pasó con El día de la bestia, y se conforma con dos Goyas por su cinta Balada triste de trompeta. Y como no, tampoco faltó el omnipresente Jimmy Jump, que ya se hace “pesadito”. La puesta en escena resultó emotiva, con un Andreu Buenafuente grandilocuente, como es costumbre, y un ambiente digno de Oscar. Por cierto, todos esos decorados con estrellas, la luna, los colores vistosos y en fin, la gala en sí, costó 1,2 millones de euros al bolsillo del contribuyente y encima este año han perdido 300.000 espectadores.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press