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Buenas preguntas

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión13-02-2011

El Sr. Kappus era una joven poeta al que atormentaban muchas preguntas sobre su vocación de artista. Como le ocurre a casi todo artista, su entorno era adverso e, incluso, hostil a sus inquietudes creativas. Decidió escribir una carta uno de los gigantes de la poesía, con la esperanza de que éste le diera respuestas que calmaran su corazón. No le importaba si la respuesta era “sí” o “no”, pero necesitaba saberlo para poder tomar una decisión sobre si debía o no consagrar su vida al arte. Lejos de obtener una respuesta de ese tipo, el consagrado poeta al que escribió, le respondió: “tiene usted que aprender a amar las preguntas”, pues sólo así, con el paso del tiempo, “vendrá lentamente la respuesta”. Ese delicado consejo quería prevenir al Sr. Kappus de que cometiera el fatal error precipitarse en su respuesta a algo tan importante como es la propia vocación. Pero no todas las preguntas son amables. En primer lugar, hay afirmaciones disfrazadas de preguntas. Son falsas preguntas. Cuando las formulamos, no esperamos una respuesta, sino una confirmación. Dicho de otro modo: son preguntas que no pueden enseñarnos nada. Hay también preguntas que cierran, pues tienden a matar el interés en lugar de despertarlo. La pregunta auténtica siempre nos abre y prepara para algo nuevo. Entre las preguntas que abren, las hay tontas o superfluas, cuya respuesta, en el fondo, ya teníamos o deberíamos haber tenido. Las hay impertinentes, pues no vienen al caso, desvían la atención de lo importante y pierden la posibilidad de descubrir algo valioso. Las hay, en definitiva, equivocadas, porque nos llevan por un camino y hacia una respuesta que no resuelve nuestras inquietudes y que puede introducirnos en laberintos sin salida. Las hay demasiado abiertas, tanto, que sólo la casualidad puede hacer que las respuestas que obtengamos nos satisfagan. Luego, quedan las preguntas acertadas. Las hay agudas, que son las que focalizan la cuestión en un aspecto particular que es claramente relevante. Las hay originales, cuya respuesta apunta ciertamente a algo nuevo. Las hay prioritarias y secundarias, según apunten a cuestiones que deban ser respondidas en primer o último lugar. Las hay fundamentales, que son las que vertebran a todas las demás y marcan el camino adecuado. Las hay, por último reveladoras, que no sólo enfrentan un problema, sino nos permiten adentrarnos en los misterios de la vida. Según las formulamos, encierran ya un principio de respuesta, muestran los primeros pasos a seguir, y apuntan hacia un horizonte de sentido que podemos recorrer durante toda nuestra vida. Estas últimas son las preguntas del Sr. Kappus, quizá por eso aquel poeta a quien escribió decidió responderle. No para mater el misterio, sino para acompañar dulcemente a aquel joven artista en un camino que recorrería durante el resto de su vida. Gracias a aquellas preguntas, y a las sinceras respuestas de su interlocutor, podemos disfrutar hoy de las Cartas a un joven poeta firmadas por Rainer María Rilke. Son, quizá, el testimonio más revelador sobre la intimidad de uno de los mejores poetas en lengua alemana. Cuando logramos formular una sola de las preguntas adecuadas, se nos abre un camino hacia ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach